
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 14
Abierta · Edición 14 · 2020 · Por Omar Luna, Ignacio López y Diego Manzano
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acceso a todo tipo de usuarios y, nalmente, las
características intrínsecas de dicha red social, basada
en el microblogging, de tal forma que permiten
trasladar los mensajes de una manera directa, personal,
fomentando, a su vez, la interactividad entre los
usuarios.
De esta forma, no es lo mismo estar en internet que
darle un giro a la forma de ejercer comunicación
política en la era de los trending topic, los hashtag, los
linchamientos digitales y la cultura de la cancelación.
Aquí, tal como recoge Christian Salmon (citado en Del
Rey Morató, 2011, p. 114), el relato constituye una de
las grandes categorías del conocimiento, bajo el cual
“la realidad está ahora envuelta por una red narrativa
que ltra las percepciones y estimula las emociones
útiles”. Es decir, ahora no importa lo que se dice, sino
cómo se dice… Y, entre más guapo y cool sea, mejor.
Si bien es cierto existen casos de estudio previos
sobre la utilización de las redes sociales en términos
de consolidación de liderazgos en contextos previos
a la COVID-19 (Navarro, 2016), ahora Twitter se
convierte en un campo de batalla, donde cada día
se debe pensar en una serie de dinámicas, guras
y lógicas que trastoquen la agenda-setting, de tal
forma que dicten la pauta de cómo se debe hablar,
pensar y decir cosas dentro y fuera de los entornos
ecológicos digitales y tradicionales, propios de una
red social.
Así, Twitter ha revolucionado la forma de gobernar
al punto de pegarle una patada a la realidad, al
grado de modicarla. Para Del Rey Morató (2011),
modicaciones requieren, en primer lugar, valerse de
la agonística de la democracia, entendida como la
capacidad de aprovecharse de conictos estratégicos
entre adversarios políticos para canalizar positivamente
una situación o una circunstancia, propia de la relación
entre las élites, vertebradas en partidos políticos.
Complementario a eso, se necesita manejar el arte
de los vínculos sociales, los cuales se resuelven por
medio de la comunicación; es decir, la relación entre
representantes y representados (traducidos en insumos
de demandas y apoyos), así como los productos de
política distributiva y simbolismos políticos (reejados en
el diseño, divulgación e implementación de programas,
guras, lógicas e imaginarios que supongan una ruptura
con las viejas formas de gobernanza).
Esta dicotomía también precisa de una serie de
condiciones necesarias para que cualquier elemento
político, cargado de novedad que irrumpa en la
dinámica de esta aldea global plagada de COVID-19,
goce de una aceptación, propia de la dominación
carismática (Weber, 1944, p. 193), en la que cada
disposición, acción e imagen estén “en posesión de
fuerzas sobrenaturales o humanas, o por lo menos
especícamente extracotidianas y no asequibles a
cualquier otro”; de tal forma que, aunque tengan
matices, dinámicas y lógicas propias de un régimen
populista, tengan un amplio respaldo popular granítico
e inigualable.
En primer lugar, se precisa de una crisis de diversa
índole. Puede ser social, económica, identitaria/moral o
política, en la que los países deben ajustarse a una nueva
forma de entender la manera de gobernar en la era
3.0: cualquier decisión gubernamental, sea del agrado
(o no) de toda la ciudadanía, pasa por el tamiz de la
mediación tecnológica actual; es decir, se tenga acceso
o no a internet y las redes sociales, cualquier disposición
primará dichos canales de comunicación para dotar de
credibilidad a todo lo que el Estado disponga.
Por otro lado, se requiere de la presencia de un
líder carismático fuerte. Su gura se sustenta en la
construcción de imaginarios propios de la cultura
en la cual se encuentra inserto. Al no contar con un
programa propiamente dicho, para Patrick Charaudeau
(2009, p. 260) sus principales promesas políticas y
plataforma de gobierno se sustentan en “prometer
romper con las prácticas del pasado, terminar con la
corrupción y devolver su poder al pueblo”.
De esta forma, Charaudeau (2009) considera que existen
dos tipos de comunicación política bidireccional en este
tipo de gobernanza: por un lado, se coloca al lado del
pueblo, bajo una visión paternalista y aparentemente
anticapitalista, dirigiéndose a la clase obrera y media,
con un discurso que transforma al gobierno en una tabla
de salvación que solventará todos los problemas de
exclusión, acrecentados por las condiciones adversas,