INVESTIGACIÓN
“¡YA ESTÁ AQUÍ!”. EL MONSTRUO DE LA (DES)
INFORMACIÓN EN EL SALVADOR ASCIENDE: RETOS,
ALCANCES Y POSIBILIDADES DE LA ALFABETIZACIÓN
MEDIÁTICA E INFORMACIONAL
Omar Luna
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
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“¡YA ESTÁ AQUÍ!”. EL MONSTRUO DE LA (DES)INFORMACIÓN EN EL SALVADOR
ASCIENDE: RETOS, ALCANCES Y POSIBILIDADES DE LA ALFABETIZACIÓN
MEDIÁTICA E INFORMACIONAL
1 Omar Luna es maestrando en Big Data y Business Analytics
por la Universidad Internacional Isabel I de Castilla y licenciado
en Comunicación Social de la Universidad Centroamericana
José Simeón Cañas (UCA). Actualmente, se desempeña como
creador de experiencias en datos y comunicación e imparte las
cátedras de Sociología de la Comunicación para la Licenciatura en
Comunicaciones Integradas de Marketing (CIM) y Big Data para
la Licenciatura en Comunicación y Estrategia Digital (CED), de la
Escuela de Comunicación Mónica Herrera (ECMH). La validación de
instrumentos, realización parcial de los grupos focales, transcripción
de resultados y análisis de los mismos para la obtención de las
codicaciones contó con el apoyo de Albill Alexander Peña,
graduado en la Licenciatura en Comunicaciones Integradas
de Marketing con especialización en Planning, de la ECMH.
Recientemente, nalizó su participación en la formulación del
proyecto de placemaking Corredor Flor Blanca-CHSS, en conjunto
con CIVITAS y Glasswing Internacional.
Resumen
Las dinámicas de interacción en redes sociales han
cambiado la forma mediante la cual las personas dan
como verdadera (o no) una información de interés para
ellas. De esta forma, la importancia de la emocionalidad
y las posturas personales sobre la objetividad de los
hechos han incidido signicativamente en los contextos
nacionales e internacionales. Así, el presente artículo
busca identicar cuáles son los entornos ecológicos
mediante los cuales se producen y viralizan insumos
(des)informativos en El Salvador para determinar los
retos, alcances y posibilidades de la alfabetización
mediática e informacional para contrarrestar el ascenso
de dicho fenómeno. Con base en una investigación
cualitativa –que abarca grupos focales y entrevistas
con especialistas en el ámbito del periodismo, la
vericación de información y la alfabetización mediática
AUTOR: Omar Luna1
oramirez@monicaherrera.edu.sv
Fecha de recepción: 30/11/19
Fecha de aprobación: 15/01/20
e informacional–, el análisis permite reexionar sobre
cuál es la situación actual del consumo (des)informativo
en el país y el papel de los medios de comunicación,
periodistas y audiencias, quienes pueden contribuir a
engrandecer la problemática o pueden contrarrestarla
al ejercitar una serie de competencias que les permita
vericar y cuestionar información vertida en los diferentes
insumos que circulan en los entornos digitales actuales.
Palabras clave: Usuarios, (des)información, insumos
(des)informativos, alfabetización mediática e
informacional.
Abstract
The dynamics of interaction in social networks have
changed the way in which people see truthful (or not)
certain information of interest to them. This way, the
importance of emotionality and personal positions
on the objectivity of the events has had a signicant
impact on national and international contexts.
Thus, this article seeks to identify the ecological
environments through which (un)informative inputs
are produced and viralized in El Salvador to determine
the challenges, reachability and possibilities of media
and information literacy to counteract the rise of said
phenomenon. Based on a qualitative research, which
includes conducting focus groups and interviews with
specialists in the eld of journalism, verication of
information and media and information literacy, the
analysis allows us to reect on the current situation of
consumption (dis)information in the country, as well
as the role of the media, journalists and audiences,
who can contribute to enlarge the problem or can
counteract it by exercising a series of tasks, which
allows them to verify and question information poured
in the different inputs that circulate in today’s digital
environments.
Keywords: (dis)information, (un)informative inputs,
user, media and information literacy
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73“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
I. Introducción
La entrada en vigor de la posverdad ha cambiado la
forma en la cual consumimos información. Anteriormente,
desde la perspectiva posmodernista, la credibilidad de
los medios de comunicación bastaba para considerar
una postura relevante. De esta forma, se popularizaron
frases que sustentaban la credibilidad argumentativa en
interacciones de la vida cotidiana, tales como “lo vi en la
TV”, “si lo dice el periódico, debe ser verdad”.
Ahora las cosas han cambiado. La posverdad, entendida
por el Diccionario Oxford (citado en Rubio, 2016)
como “relativo o referido a circunstancias en las que los
hechos objetivos son menos inuyentes en la opinión
pública que las emociones y las creencias personales”,
ha abierto un camino –sin aparente retorno– a dinámicas
que apelan a “otra utilización manipuladora de un
marco” (Lakoff, citado en Muñoz, 2017, p. 30), donde
la ciudadanía incorpora algo que no es verdad en sus
prácticas de consumo con el objetivo de generar un
control político, de tal forma que la (des)información
apela a la emocionalidad, vivencias y valores de la gente,
volviéndose más efectiva que la información misma.
Para Sean Coughan (2017), existe una serie de factores
que han posibilitado el auge y la consolidación de
la posverdad en la era actual: la crisis nanciera de
2008 –que aumentó el descontento en torno a la
desigualdad de los ingresos–, la utilización más asidua
de las plataformas y redes digitales y la confección,
circulación y viralización de elementos con apariencia
periodística.
Estos últimos se valen de “hechos alternativos” que
han traído grandes réditos a escala internacional. La
salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit),
los resultados del plebiscito respecto a los acuerdos
logrados entre el Gobierno de Colombia y las FARC
para la consolidación de la paz (Lafuente, 2016) y el
triunfo de Donald Trump en la elección presidencial
estadounidense en 2016 son muestra de eso.
Actualmente, en El Salvador, el fenómeno de los
insumos (des)informativos presenta ciertas similitudes
con dichos acontecimientos, pues internet y las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación (TIC)
han posibilitado la importancia de la emocionalidad
y las posturas personales sobre la objetividad de
los hechos, tal como se presentó en la campaña
presidencial de 2019, donde, para Fidel López (2019),
“se comprueba el poder de las redes sociales (…). Los
medios de comunicación tradicionales o la utilización
de mítines son insucientes en la actualidad. El
mensaje mediático va cambiando y es recomendable
no dejarlo de lado”.
Así, el presente artículo busca identicar cuáles son los
entornos ecológicos a través de los cuales se producen
y viralizan insumos (des)informativos en El Salvador,
un fenómeno de variables multicausales en la era
digital que se vuelve más dedigno que la información
misma. En consonancia, este acercamiento permitirá
identicar la puesta en marcha de competencias
anes a la alfabetización mediática e informacional
para determinar si una selección de insumos (des)
informativos podrían ser catalogados como tales (o
no). En otras palabras, se busca establecer cuál es el
marco de referencia bajo el cual se valen las personas
para determinar si un contenido en redes sociales
es verídico (o no), a partir del ejercicio de criterios
mínimos para revisar, vericar y cuestionar información
divulgada en ellas.
A partir de estos elementos, se podrá emitir una serie
de recomendaciones y sugerencias que posibiliten
la alfabetización mediática e informacional como
una apuesta para contrarrestar la producción y
viralización de estos insumos en una era donde
las redes sociales se convierten en plazas públicas
virtuales que robustecen el miedo al disenso, y donde
se nos socializa digitalmente a reaccionar a la menor
provocación posible (Fear of Missing Out, FOMO).
De ahí la importancia de la presente investigación:
aunque El Salvador posee una documentación inicial
sobre el fenómeno en términos de investigaciones
periodísticas y algunas posturas mediáticas
especializadas, se carece de un documento académico
que sistematice el fenómeno, que contribuya a despertar
el pensamiento crítico de las audiencias, de tal forma que
puedan diferenciar, mediante una serie de elementos y
criterios de análisis, qué es una noticia y qué no.
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II. Conceptos fundamentales: de la (des)
información a la alfabetización mediática e
informacional
Con la nalidad de fundamentar la situación del
fenómeno estudiado, se llevó a cabo una investigación
documental sobre tres categorías de análisis: a)
denición y perlación de aspectos relevantes
de las noticias falsas y la (des)información, b) las
diferentes variables internas y externas que inciden
en los procesos de consumo y circulación de la (des)
información, c) las diferentes alternativas de acción
para garantizar el consumo informativo responsable
dentro y fuera de redes sociales. Dicha triangulación
de la temática se consideró la más idónea en aras de
consolidar una articulación teórico-práctica de las
causas, condiciones y estrategias de la investigación y
el análisis de los datos extraídos de los grupos focales y
las entrevistas a especialistas en la materia.
2.1 Posverdad
Steve Tesich (citado en Cougan, 2017) fue el pionero en
utilizar el término posverdad. En una frase, marcaría el
camino sin retorno de las formas actuales del consumo
(des)informativo actual: “Lamento que nosotros, como
pueblo libre, hayamos decidido libremente vivir en un
mundo donde reina la posverdad”. Desde entonces,
mucho se ha visto, leído y escuchado sobre el término,
catalogado por el Diccionario Oxford (citado en Rubio,
2016) como la palabra del año 2016 al esbozarlo como
las “circunstancias en las que los hechos objetivos
son menos inuyentes en la opinión pública que las
emociones y las creencias personales”.
De esta forma, Manuel Álvarez (2019) considera que
existen una serie de características inherentes al
fenómeno de la posverdad:
Dependencia del contexto. Connotativamente,
inuye en el contexto y, por otra parte, es inuida
por el contexto. En ese sentido, necesita de una
serie de estrategias, tácticas y actores clave para
desenvolverse dentro y fuera de los ecosistemas
digitales actuales.
Asociación con múltiples narrativas. Opera en
diferentes narrativas, anes a los contextos en
los cuales ocurre la acción. Toma en cuenta los
diferentes estados mentales de las personas
implicadas en cada uno de los escenarios de uso y
consumo (des)informativo.
Relación especíca entre contextos y narrativas. Al
tomar en cuenta los contextos y estados mentales
de las personas, se produce un conjunto de
relaciones complejas, cuya particularidad yace
en provocar reacciones en el escenario de acción
que desdeñan la verdad, y no toman en cuenta
cualquier tipo de argumento basado en hechos
objetivos.
Así, la posverdad trasciende la verdad o la mentira.
Trastoca las lógicas y dinámicas actuales, de tal
forma que fragmenta a los actores clave de cualquier
entramado social. Sobre esa base, las personas
abandonan principios ilustrados, propios de la
búsqueda del conocimiento para alcanzar el progreso,
apostando cada vez más por nutrirse de una serie
de opiniones y puntos de vista que les sirvan para
respaldar su propia red de creencias y emociones.
Esto concuerda con el planteamiento de Lee
McIntyre (citado en Álvarez, 2018, p. 61) sobre cómo
la posverdad busca “dar sentido a las diferentes
formas en que las personas subvierten la verdad”.
Así, la (des)información se presta a la apelación de
la emocionalidad, basada en una serie de juicios y
prejuicios, para descartar cualquier teoría que pueda
considerarse como verdadera en la presentación de los
hechos. Sumado a eso, se descarta cualquier esfuerzo
por informar y hacer periodismo de calidad. En
palabras de Víctor García (2018, p. 202), la confección
de insumos (des)informativos tiene una nalidad clara:
“Lograr la mayor cantidad de impactos a través de un
encabezado que sirva como clickbait”.
Como consecuencia, este tipo de lógicas y dinámicas
transforma la construcción y gestión de comunidades
en los entornos digitales. Para Ramón Salaverría
(citado en Gaya, 2019), generan políticas masivas en
las cuales las plataformas online se transforman en
plazas públicas medievales, “donde en ocasiones se
dan efectos de linchamiento público, otras en la que
todo el mundo aplaude a determinadas personas
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o a determinados comportamientos, pero existe
una dicultad, incluso una cierta resistencia, a tener
opiniones propias”.
Esta simulación de una esfera pública2 que aparenta
leer y escuchar insumos (des)informativos en redes
sociales de forma crítica y reexiva (Reyes, s. f.), a la
larga genera graves consecuencias en la construcción
de la opinión pública, pues terminan polarizándola. En
dicho contexto, se fomenta una división, radicalización
e incluso ausencia del debate público, dado que existe
dos polos de pensamiento antagónicos que no tienen
la más mínima oportunidad de llegar a encontrarse en
alguna situación que amerite consenso.
Lo anterior es sustentado por Estudio de Comunicación
& Servimedia (2018, p. 7) al asegurar que “se castiga
a aquellas posturas que tratan de buscar una opinión
más racional y no coinciden con lo que promulgan
ambos extremos (…), se desplazan las posturas
intermedias del debate por parte de los dos polos, que
quedan como únicos puntos de vista referenciales”.
De esta forma, la tematización y “curaduría” de los
entornos digitales, la puesta en marcha de ltros
burbuja y las dinámicas del consumo (des)informativo
actual han afectado directamente lo que se pensaba de
las sociedades democráticas, pues ahora prevalece la
emocionalidad del momento y la conanza en alguien
que “piense como yo” y que “crea en lo mismo que
creo yo” (Estudio de Comunicación & Servimedia, 2018,
p. 6) al momento de ejercer impactos signicativos en
sus vidas cotidianas.
2.2 ¿Noticias falsas o (des)información? He ahí la
cuestión
Inicialmente, la propuesta de investigación giró
alrededor de establecer una arqueología de las noticias
falsas (paparruchas3 o fake news) para determinar
cuáles son los retos, alcances y posibilidades de
la alfabetización mediática e informacional ante la
difusión de paparruchas en El Salvador.
Sin embargo, autores como Jen Weedon, William
Nuland y Alex Stamos (citados en Moretto y Ortellado,
2018, p. 72), así como las precisiones realizadas por
los especialistas entrevistados para este informe,
2 Teoría sociológica propuesta por Jürgen Habermas (1962) para
designar un escenario distendido en el cual los ciudadanos,
valiéndose de su libre albedrío y poder de decisión, piensan
y examinan sus asuntos comunes. Así, generan espacios
de interacción discursiva para interpelar a los medios, el
funcionariado, entre otros.
3 Expresión utilizada para denominar una “noticia falsa o
disparatada esparcida en el mundo”.
4 Prosumidor fue un término acuñado por Alvin Tofer (citado
en Lastra, 2016) en la década de los 80 para designar a las
personas que crean, difunden y consumen su propio contenido.
Actualmente, las dinámicas y lógicas de las redes sociales
presentan claras similitudes con este tipo de apreciaciones.
enfatizan el hecho de que el término noticias falsas
surgió como una expresión amplia para referirse
a todo tipo de cosas, que van desde insumos
(des)informativos cargados de burla, parodia e
imprecisiones intencionadas hasta piezas periodísticas,
cuya comprobación de los hechos, fuentes y datos
termina por ser difamada y desacreditada por quienes
aparecen retratados en ellas.
Aunque no existe una sola forma de entender
las noticias falsas actualmente, sus nalidades e
intencionalidades son claras: (des)informaciones
aparentemente factuales confeccionadas para provocar
pasiones, atraer audiencias o engañar con el objetivo
de generar algún rédito político o económico, dentro y
fuera del ecosistema digital.
Esto ha sido posible, en palabras de Rasmus Nielsen
y Lucas Graves (citados en Baidez, 2018, p. 15), por
una serie de cambios estructurales en las dinámicas
de consumo y circulación de la (des)información, tales
como “una crisis generalizada de conanza entre
los medios de comunicación y otras instituciones
públicas, incluidos los políticos, así como el paso de lo
convencional, dominado por los medios masivos de
difusión e impresión a un entorno cada vez más digital,
móvil y redes sociales”.
Con este panorama en el ecosistema tradicional y
digital del consumo (des)informativo, las noticias falsas
son solo una pieza más en el ajedrez de las diferentes
tácticas y mecanismos de los que se vale la (des)
información como un fenómeno macro en el cual
conviven actualmente las sociedades posverdaderas,
prosumidoras4, hiperconectadas y sobresaturadas de
información.
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Sobre esa base, Julia Olmo (2019, p. 4) dene la
(des)información como la “difusión intencionada de
información no rigurosa que busca minar la conanza
pública, distorsionar los hechos, transmitir una
determinada forma de percibir la realidad y explotar
vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar”.
A simple vista, podría parecer que no existe una
diferenciación clara entre la (des)información y
una noticia falsa como tal. Sin embargo, Carlos
Rodríguez (2019, pp. 68-69) establece cuatro razones
fundamentales por las que debemos hablar sobre la
primera como causa de la segunda:
La (des)información abarca un fenómeno más
amplio que las noticias falsas, pues hace referencia a
contenido fraudulento, engañoso, discursos de odio,
discursos falsos deliberados o errores informativos
no deliberados de medios o periodistas.
En consonancia, se aprovecha de las carencias
técnicas/formativas de la población, así como
dicultades de los profesionales de la información
para contener dicho fraude al momento de diseminar
insumos para los cuales los entornos y las plataformas
digitales aún no cuentan con protocolos efectivos
para evitar su propagación y viralización.
El concepto de noticias falsas ha sido absorbido
por las lógicas y dinámicas de la política para
atacar a medios de comunicación y periodistas por
publicar noticias contrarias a sus puntos de vista
sobre determinados temas.
Las noticias falsas forman parte del ecosistema
económico de la (des)información, en el que
se garantiza su circulación por medio de una
diversidad de estructuras, ingresos por publicidad,
clickbait, viralización de contenido, entre otros.
No cabe duda: la (des)información ha sabido adaptarse
a la manera de producir y distribuir contenido.
Al retomar consideraciones propias de su origen
etimológico5 ha sabido traslapar las motivaciones
individuales de la mentira, donde una persona podía
proferir una mentira piadosa, caritativa incluso,
pensando en el bienestar del prójimo (Durandin,
1995), a valerse de campañas de “(info)toxicación”6,
confeccionadas por una estructura dominante y latente,
cuyo carácter de progresividad y la participación
involuntaria de los usuarios en la construcción de los
errores, producto de su interpretación particular de los
hechos, termina por mermar el sueño de una esfera
pública informada y razonada en los tiempos de la era
digital.
2.3 Affordance (u ofrecimiento)
Affordance es un término acuñado por James Gibson
(1977), utilizado para hablar sobre las posibilidades de
interacción de las personas con objetos, ambientes o
tecnologías para lograr determinados resultados en
un contexto determinado. En ese sentido, el Centro
de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la
Información (2017, p. 10) considera que el fenómeno
de la (des)información responde a distintos contextos
sociales y se maniesta de forma diferenciada en los
entornos digitales, de tal forma que “un espacio como
WhatsApp posibilita el intercambio de contenidos
acéfalos –sin autor o fuente aparente–, Facebook le
da mayor relevancia a contenidos que se comparten
masivamente y en Twitter el usuario escoge las voces
que quiere oír”.
Así, nos encontramos ante un ofrecimiento social que
gira alrededor de una funcionalidad implícita en el
diseño del objeto o, en su defecto, “descubierta” por el
individuo a medida la va utilizando en sus actividades
cotidianas. Por tanto, los affordances (u ofrecimientos)
permiten establecer plataformas de diálogo entre los
usuarios, en las que la producción e intercambio (des)
informativo adquiere matices particulares. En muchos
casos, las dinámicas de consumo y circulación (des)
informativa pasan por el uso cotidiano de los entornos
digitales. Al carecer de los criterios necesarios para
5 Guy Durandin (1995, pp. 21-25) establece que la palabra
dezinformatsia aparece, por primera vez, en el Diccionario de la
Lengua Rusa S. Ojegov (1949), denida como “la acción de inducir
a error mediante el uso de informaciones falsas”.
6 También conocida como infoxicación, término acuñado por
Alfons Cornella (citado en Moll, 2019) para denominar al exceso
informativo al cual está expuesta una sociedad, mediante distintos
soportes electrónicos y digitales, en cualquier momento, lugar
y circunstancia. Por lo general, la información menos profunda y
exhaustiva es asociada a este fenómeno.
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77“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
7 Serie británica antológica que se caracteriza por presentar una
serie de relatos autoconclusivos sobre las diferentes formas en las
cuales la tecnología afecta al ser humano en la actualidad.
diferenciar un insumo periodístico de uno que no lo
es, los individuos tienden a compartirlos en un entorno
cerrado que funge como un canal íntimo, inuido por
un referente (amigo, familiar, conocido) que le da un
aire de legitimidad al mismo.
Desde esta perspectiva, Cristina Pauner (2017) resalta
la importancia de la mediación que las personas
ejercen en el uso de la tecnología para la propagación
de insumos (des)informativos. Esto permitiría una
aproximación a las limitaciones inherentes y estrategias
de acción para combatir el fenómeno y, por otro lado,
situar el proceso de la (des)información orbitando
alrededor de la incorporación social de la tecnología
mediante el uso y consumo de entornos digitales (sitios
web y redes sociales).
2.4 Filtro burbuja
Para el creador de esta teoría, Eli Pariser (2017, pp. 10-
11), dicho concepto apela a “máquinas de predicción
(…) que elaboran un universo de información único
para cada uno de nosotros que, en esencia, altera
nuestra manera de encontrar ideas e información”. Para
lograrlo, los entornos digitales estudian los patrones
de consumo y utilización de los usuarios y, con base
en su historial en los mismos, se encargan de “curar”
elementos que sean de interés para las personas.
A simple vista, podría verse como una iniciativa que
facilita la vida de las personas en digital. Sin embargo,
en lugar de robustecer competencias anes al
pensamiento crítico, la tolerancia crítica y el consumo
informativo responsable, un día los usuarios se
despiertan y acaban en un episodio de Black Mirror7,
donde todas las personas piensan como ellos.
Vivir así es morir en la polarización de la opinión.
Mientras acercamos voces anes a nosotros,
bloqueamos y silenciamos otros puntos de vista. En
este aspecto, Pariser (2017) arma que uno de los
peligros del ltro burbuja radica en proporcionar un
exceso de conanza a nuestros esquemas mentales,
producto de la familiaridad y la coincidencia. Una
situación que podría distorsionar nuestra percepción
de lo verdadero y real, lo cual es sumamente
importante que sea visible. Y, por otro lado, elimina
de nuestro entorno algunos elementos clave que nos
motiven y reten a aprender, lo cual, indudablemente,
pasa por convivir, experimentar e interactuar con
situaciones y puntos de vista contrarios a nuestra
perspectiva sobre determinadas temáticas de interés.
A raíz de eso, surge una serie de circunstancias bajo las
cuales permea la polarización de las opiniones como
un parteaguas de las dinámicas sociales dentro y fuera
de los contextos digitales.
2.5 Sesgo
Inicialmente, desde el ámbito de la investigación
clínica, el departamento de Epidemiología de la
Universidad John Hopkins (1996, p. 1) lo dene
como la “desviación de los resultados o inferencias
de la verdad, o proceso que conlleva tal desviación”.
Su interpretación se ve mermada por variables
multicausales como la selección de variables o el
tipo de muestra seleccionada; incluso, el proceso
de investigación mismo. Dicha apreciación inicial,
aunque sumamente valiosa, no termina de aterrizar la
importancia de los sesgos en los procesos y dinámicas
del consumo (des)informativo actual. Esta situación
logra ser comprendida por Eli Cohen (citado en Bednar
y Welch, 2008, p. 86) al denirlo como una “inclinación
o preferencia personal para favorecer un punto
de vista particular con la incapacidad de informar
completamente sobre una consecuencia directa”
(traducido por el autor).
Así, comenzamos a vislumbrar una serie de variables
internas y externas del consumo (des)informativo
de las personas, en las cuales conuyen una serie
de factores y actores, muy propios de los modelos
de comunicación. En ellos intervienen una serie de
emisores, quienes generan mensajes que, aunque
puedan ser genuinos o neutros, se encuentran
atrapados en procesos (des)informativos, cargados
de intencionalidades o, en su defecto, de creencias
personales, pasionales y poco racionales.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
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Del otro lado de la moneda, la información errónea
también puede ser resultado del proceso de quien
emite y la interpretación del mensaje de quien lo
recibe o, de hecho, de ambas partes involucradas
en el proceso de comunicación. Así, algunas de
las clasicaciones de los sesgos retomadas para la
presente investigación se catalogan de la siguiente
forma:
Sesgo cognitivo: conlleva una serie de alteraciones
del procesamiento de información, producto de
la injerencia de variables internas y externas, que
nos llevan a generar una percepción distorsionada,
ilógica o inexacta sobre una persona o situación
(Centro Manuel Escudero, s. f.). Esta serie de atajos
mentales conlleva una serie de implicaciones que,
en palabras de McIntyre (citado en Álvarez, 2018,
p. 111), podrían llevarnos a “estar de acuerdo con
lo que otros creen a nuestro alrededor, incluso si la
evidencia que tenemos ante nuestros ojos nos dice
lo contrario”.
Sesgo de conrmación: variedad del sesgo
cognitivo, que apunta a que las personas preeren
creer lo que ya creen (Álvarez, 2018, p. 115). Un
cambio de opinión abrupto requiere un esfuerzo
mental sumamente deliberado ante aquello que
se impone como su máxima creencia. Así se evita a
toda costa cualquier prueba que vaya en contra de
sus creencias. Básicamente, es un juego de ganar-
perder: destaco lo que me abona, ignoro lo que no.
Sesgo de verdad: en palabras de Ralph Keyes
(citado en Álvarez, 2018, p. 105), la mayoría de
las personas “asumen que lo que alguien les diga
tiene más probabilidades de ser verdadero que de
ser falso”. Al descartar la mentira y la desconanza,
en palabras de Mentirapedia (s. f.), se tiende “a
creer, juzgar de una manera activa o suponer
pasivamente que la comunicación de otra persona
es honesta”. Esto, al conar y creer en las buenas
intencionalidades de quienes nos comparten
información catalogada como valiosa, incide en
nuestras interacciones sociales más signicativas
dentro y fuera de redes sociales.
Sesgo ideológico: relacionado con el marxismo,
en el que, en palabras de ContraPeso.info (2011),
existe un alejamiento de la verdad con respecto a lo
que la gente piensa. La gente tiende a gloricar sus
intereses y sus actos, especialmente los de la clase
a la que pertenece”. De esta forma, las personas
tienden a considerar que las ideologías ejercen
un poderío latente, indiscutible y considerable en
las diferentes realidades que trastocan, en aras de
permear una intencionalidad sesgada sobre lo que
difunden o presentan como tal.
Figura 1: Entorno ecológico bajo el cual se presenta la circulación (des)informativa
Fuente: Elaboración propia
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2.6 Alfabetización mediática e informacional
Richard Venezky (citado en Lectura y Vida, 2005, p. 62)
dene la alfabetización como “la habilidad mínima de
leer y escribir una lengua especíca, así como también
una forma de entender o concebir el uso de la lectura
y la escritura en la vida diaria. Desde esta perspectiva
inicial, surgen ciertas consideraciones para entender
otras tipologías de la alfabetización, las cuales transitan
en dos vías:
Presupone la utilización de la lectura y escritura
como lineamientos bases para manejarse
correctamente en una sociedad que apuesta por
recursos audiovisuales.
En consonancia con el ofrecimiento, demanda
un compromiso activo y autónomo con estos
recursos y apuesta por el rol de las personas en
términos de generación, recepción e interpretación
independiente de los mensajes que reciben.
Ahora bien, la alfabetización no solo gira alrededor
de la lectura y escritura. Con el paso de los años, se
ha comprobado que se requieren otras habilidades
para comprender los insumos (des)informativos que
circulan actualmente dentro y fuera de redes sociales.
En consonancia, para considerar a una persona
alfabetizada, se necesita que posea una (o varias)
competencia(s) que le permita desenvolverse con
soltura en este contexto. Por ende, existen hasta 38
clasicaciones de la alfabetización que transversalizan
diversos aspectos de las interacciones signicativas de
una sociedad.
De todas ellas, se encontraron tres tipologías anes
al fenómeno estudiado: alfabetización digital,
alfabetización informacional y alfabetización mediática
e informacional. A simple vista, se verían como
clasicaciones homónimas y, aunque comparten
ciertas similitudes en sus competencias y estrategias
de acción como elementos de valor para combatir
la problemática de las dinámicas de consumo de
los insumos (des)informativos dentro y fuera de los
entornos digitales, distan muchísimo en sus alcances
para llevarlo a cabo.
En primera instancia, la Federación de Enseñanza
de Comisiones Obreras de Andalucía (2011, p. 1)
considera a la alfabetización digital como aquella que
“tiene como objetivo enseñar y evaluar los conceptos
y habilidades básicos de la informática para que las
personas puedan utilizar la tecnología informática en
la vida cotidiana y desarrollar nuevas oportunidades
sociales y económicas para ellos, sus familias y sus
comunidades”.
De forma esencial, apuesta porque las personas
tengan las habilidades necesarias para desempeñar
una serie de tareas en entornos digitales con la
utilización de dispositivos electrónicos (computadoras)
y portátiles (celulares). Esto conlleva el consumo
lector, reproductor e interpretativo de formatos
transmedia hasta la adquisición y replicación de nuevos
conocimientos obtenidos en los entramados digitales.
Sin embargo, John Anzola (2011) considera que la
alfabetización digital posee una serie de limitaciones
que pueden mermar el desarrollo de competencias
para combatir el fenómeno de la (des)información
en los entornos digitales, las cuales se traducen en
deshumanizar el conocimiento al apostar por los
dispositivos como fundamentos base de los diferentes
elementos de uso y consumo de los usuarios, así como
limitar el manejo de equipos como única nalidad de
la alfabetización digital al establecer generalizaciones
alrededor de la premisa “cualquiera puede manejar un
celular o una computadora.
Ante esta ausencia y protagonismo de usos en
las dinámicas de uso y consumo de insumos (des)
informativos, aparecen las consideraciones de
Susana García (2017, p. 71) anes a la alfabetización
informacional, catalogada como el “acceso y dominio
de la información independientemente del medio y/o
soporte en el que ésta [sic] se encuentre (…), es decir,
el hecho de que una persona sea capaz de buscar
información y procesarla, en cualquier documento
(libros, revistas, archivos, cartas y audiovisuales)”.
Para que esto sea posible, Ralph Catts y Jesus Lau
(citados en García, 2017, p. 71) consideran que
existen una serie de rasgos necesarios que trastocan
elementos anes a la localización, comprensión,
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
80
evaluación y utilización de la información, sin importar
el formato en el que se encuentre, para satisfacer las
diferentes necesidades de las personas en diferentes
contextos de su vida cotidiana.
A pesar de sus buenas intencionalidades en torno
a su preocupación por que las personas puedan
resolver adecuadamente cualquier problema que
requiera el manejo de información (Sáenz de Valluerca,
2013), una de las grandes limitaciones plausibles de
la alfabetización informacional radica en ubicar a las
bibliotecas y fuentes de consulta académica como
únicos referentes para la búsqueda, procesamiento y
utilización de conocimientos adquiridos cuando, en
realidad, las personas consumen una diversidad de
fuentes e insumos sobre un determinado tema, dentro
y fuera de internet.
Esto es tomado en cuenta por la alfabetización
mediática e informacional. Para la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y
la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés, 2011,
p. 185), esta conlleva “las competencias esenciales
(conocimiento, destrezas y actitud) que permiten
involucrarse a los ciudadanos ecazmente con
los medios y otros proveedores de información y
desarrollar un pensamiento crítico, un aprendizaje de
destrezas a lo largo de toda la vida para socializar y
convertirse en ciudadanos activos”.
De esta forma, la alfabetización mediática e
informacional reconoce cuál es el papel que juegan
los proveedores de información como los usuarios
en las dinámicas de consumo (des)informativo. Así,
se reconoce cuál es el papel que fungen medios,
bibliotecas, archivos, entre otros, para proporcionar
servicios de calidad a sus audiencias, quienes los
demandan por medio de una participación activa y
signicativa en procesos de consumo y evaluación
del servicio que les proveen, dentro y fuera de los
ecosistemas digitales actuales.
Lo anterior transversaliza la puesta en marcha del
pensamiento crítico, entendido por Raq Elmasy
(citado en Alonso y Martín, 2019, p. 55) como “lograr
una evaluación objetiva y tener capacidad de analizar
de problemas, ideas o diferentes situaciones con el
n de construir una comprensión clara e imparcial
al respecto, con el objetivo de llegar a la solución
óptima”. Para llevarlo a cabo, se pueden seguir una
serie de pasos propuestos por Sylvia Braesel y Thorsten
Karg (2018) para la formación de la alfabetización
mediática e informacional en las audiencias. Estos se
traducen en:
Acceder: conlleva encontrar y comprender los
mensajes de los proveedores de información
con lo cual se aprende a buscar y compartir
información relevante, de esta manera se ejercita
mejor la participación de usuarios dentro y fuera
de internet.
Analizar: permite interpretar y evaluar los
mensajes expresados en cualquier tipo de
información, sin importar el formato. Así se
garantiza que las personas tengan una mirada
crítica de las lógicas internas/externas de
proveedores de información.
Crear: implica que los usuarios puedan elaborar
sus propios mensajes con base en su capacidad
de análisis y acceso a ciertos proveedores de
información, de tal forma que puedan producir
insumos con sentido y signicado para audiencias
reales.
Reexionar: requiere que las personas reexionen
cómo toman sus decisiones en relación con el uso
de los medios y la tecnología, cómo interactúan
con ellos y qué expresan en los insumos que
comparten en diversos entornos.
Actuar: se sustenta en compartir conocimiento
relevante y de calidad para producir un impacto
signicativo que mejore la calidad de vida de los
actores y entornos con los cuales conviven en sus
interacciones signicativas cotidianas.
De esta forma, estos cinco pasos se convierten en el
marco de referencia para establecer metodologías que
puedan devolverle a la ciudadanía las herramientas
necesarias para distinguir las estrategias, tácticas,
mecanismos, lógicas y dinámicas de los insumos (des)
informativos, dentro y fuera de los entornos digitales.
Sobre todo, en un mundo de sobresaturación (des)
informativa, que privilegia los linchamientos digitales
ante quienes opinan diferente o cometen alguna
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
81“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
equivocación, así como la creencia ciega en lo que nos
comente un conocido, aunque lo que nos comparta no
sea del todo verdad.
III. Metodología de investigación
En esta investigación se efectuó un análisis
comparativo entre dos grupos de edad diferenciados,
el cual apela, en palabras de Delwyn Goodrick (2014, p.
7), “a centrarse en las relaciones entre combinaciones
de posibles condiciones causales en los casos y entre
ellos (…), [de tal forma que] nos dicen por qué y
cómo se produjeron determinados resultados”. Por tal
razón, tuvo tres momentos clave que se detallan de la
siguiente forma.
3.1 Grupos focales
Se crearon e implementaron dos grupos focales
con los cuales, en palabras de Yahir Zavaleta (2013,
p. 2), se buscaba “entender las normas sociales de
una comunidad, indagar cómo afectan diferentes
fenómenos o situaciones a las personas, o bien para
explicar y profundizar en las percepciones, sentimientos
y pensamientos de los sujetos involucrados en diversas
problemáticas”.
El primero fue con adultos de 60 a 65 años, de nivel
socioeconómico medio alto y medio; y el segundo,
con jóvenes de 18 a 29 años, de nivel socioeconómico
medio. Ambos grupos etéreos residen en el Área
Metropolitana de San Salvador (AMSS) y debían haber
tenido algún tipo de contacto (directo o indirecto) con
insumos (des)informativos dentro y fuera de redes
sociales. La selección se sustentó en las apreciaciones
de Andrew Guess, Jonathan Nagler y Joshua Tucker
(2019), quienes realizaron un estudio sobre quiénes
eran las personas que más compartían insumos (des)
informativos, con el cual recalcaron que “alrededor
del 11.3% de las personas de 65 años (o más)
compartieron enlaces de un sitio de noticias falsas,
mientras que el 3% de los que tenía entre 18 y 29 años
lo hicieron” (traducido por el autor). A escala nacional,
esto coincide con un estudio aún no publicado por
la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
(UCA) y la Escuela de Comunicación Mónica Herrera
(EDH) (2019) en el que se arma que el 87% de una
muestra de 1586 personas encuestadas armó haber
visto, leído o escuchado un contenido noticioso falso
en alguna red social o página web. La mayoría señaló
que lo vio en sitios web de medios digitales (41%),
seguido por medios tradicionales como la televisión
(25.7%) y los periódicos impresos (18.4%).
Así, los grupos focales permitieron poner ambos
mundos en perspectiva, de tal forma que pudiera
analizarse y vericarse el grado de interacción con
diferentes insumos y actores (des)informativos
en el entorno ecológico tradicional y digital, los
diferentes elementos que inciden en el consumo de
información, así como sugerencias y recomendaciones
que posibiliten la consolidación de la alfabetización
mediática e informacional como estrategia
fundamental para el combate a la producción y
viralización de insumos desinformativos.
3.2 Entrevista en profundidad
Compaginado con los grupos focales, se decidió
complementar las perspectivas y opiniones de
sus participantes con una serie de entrevistas a
profundidad con las cuales, en palabras de Bernardo
Robles (2011), se buscó “adentrarse en la vida del otro,
penetrar en lo trascendente, descifrar y comprender
los gustos, los miedos, las satisfacciones, las angustias,
zozobras y alegrías, signicativas y relevantes del
entrevistado (…). Consiste en construir paso a paso y
minuciosamente la experiencia del otro”.
Dichos encuentros reiterados entre el investigador y los
informantes (Taylor y Bogdan, citados en Robles, 2011)
partieron de la selección de cuatro especialistas anes
a los ámbitos de la producción, edición y circulación de
insumos periodísticos, vericación de información en
medios digitales y el desarrollo de competencias anes
a la alfabetización mediática e informacional desde una
arista pedagógica.
En consonancia, por medio de una serie de entrevistas
semiestructuradas, se llevó a cabo una plática entre
iguales quienes, desde sus áreas de especialidad,
ayudaron a generar una comprensión actual del
fenómeno de la (des)información dentro y fuera de
redes sociales. Los profesionales consultados fueron:
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
82
Lilian Martínez. Periodista y editora de la unidad
de datos de El Diario de Hoy (EDH). Cuenta con 21
años de trayectoria en importantes publicaciones y
secciones de dicho rotativo como Vértice, Planeta
Alternativo, Política, Investigación y Servicios
(dedicada a la cobertura de temáticas anes a
educación, salud, medio ambiente, entre otras).
Rodrigo Baires Quezada. Periodista independiente
y vericador de noticias con 21 años de trayectoria.
Ha trabajado con importantes medios e
instituciones a escala nacional e internacional como
Revista Factum, El Faro, La Prensa Gráca (LPG),
EDH (El Salvador), Plaza Pública (Guatemala) y el
Centro de Investigación e Información Periodística
(CIPER) (Chile).
Jessica Ávalos. Periodista. Trabajó durante 10 años
en LPG como redactora, coordinadora y editora
de la sección judicial de dicho rotativo. Becaria del
International Women Media Foundation y de Open
Society Foundation. Participó en varios talleres de
la Fundación Gabo y en un taller de periodismo
de investigación impartido por la Escuela de
Periodismo de la Universidad de Columbia. En
2019 se incorporó a Revista Factum, allí trabaja
actualmente.
Johannes Meltzer. Director regional de la DW
Akademie para Centroamérica, México y el
Caribe, iniciativa que apuesta por la cooperación
y el desarrollo de medios. Actualmente,
apuesta por un programa de alfabetización
mediática e informacional en el Triángulo Norte
centroamericano (Guatemala, Honduras y El
Salvador).
Gracias a ellos, se pudo perlar cuáles son las causas
y consecuencias, los actores y factores que intervienen
en estas, así como el establecimiento de estrategias
de acción que pueden coadyuvar al combate de la
difusión y viralización de insumos desinformativos en la
sociedad salvadoreña.
3.3 Análisis de resultados desde la teoría
fundamentada
Finalizados los grupos focales y las entrevistas en
profundidad, se procedió a analizar las respuestas
de cada uno de los participantes y especialistas por
medio de la teoría fundamentada. Dicha propuesta
metodológica brinda, en palabras de Kathy Charmaz
(2005, p. 507), “unas directrices analíticas que permiten
a los investigadores localizar su recolección de datos y
construir teorías de rango medio a través de sucesivas
recolecciones de datos y desarrollos conceptuales”
(traducido por el autor). De esta forma, los lineamientos
esbozados buscan generar teorías que emanan de los
datos obtenidos del proceso de investigación social,
de tal forma que puedan evocar o explicar cuál es el
fenómeno presentado en cuestión.
Para llevarlo a cabo, se necesita tres procesos de
análisis con los cuales se pueden procesar los datos,
de tal forma que se puedan encontrar estructuras,
identicar patrones y esquematizar cuál es la situación
de la temática abordada, los cuales se caracterizan de
la siguiente forma.
En primer lugar, se realizó una codicación abierta,
entendida por Gemma de la Torre, Elizabeth Di Carlo,
Antonio Florido Santana, Héctor Opazo Carvajal,
Chenda Ramírez Vega, Pablo Rodríguez Herrero, Ana
Sánchez Morago y Jimena Tirado Torres (2011, p. 24),
como un proceso inicial de fragmentación de datos
con el objetivo de generar un conjunto emergente de
categorías y sus propiedades que se ajusten, funcionen
y sean relevantes para la integración de la teoría.
El segundo nivel recibe el nombre de codicación
axial. Según Miguel Bonilla-García y Ana López-
Suárez (2016, p. 308), es un proceso que “consiste en
la búsqueda activa y sistemática de la relación que
guardan los códigos y las familias (o subcategorías y
categorías, respectivamente) entre sí”. Este momento
de la categorización, producto de la saturación y el
establecimiento inicial de relaciones entre etiquetas de
análisis, facilitó la identicación de situaciones, rutinas,
problemas, actores, factores, acciones/interacciones,
así como consecuencias asociadas al fenómeno del
consumo (des)informativo actual.
De esta forma se pudo llegar a una codicación
selectiva, denida por Cristina Vivar, María
Arantzamendi, Olga López-Dicastillo y Cristina Gordo
(2010), como aquella que “guía al investigador en
la selección de la categoría central, es decir aquella
categoría que por su centralidad explica y da sentido a
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
83“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
todos los datos y sus relaciones, y por lo tanto explica
el patrón de comportamiento social objeto de estudio”.
Como último proceso de la teoría fundamentada,
este proceso de integración y renamiento teórico
permitió el establecimiento de una categoría central
que sirviera como lineamiento base para llegar a un
entendimiento claro del fenómeno. En consonancia,
se pudo identicar cuáles son las condiciones causales
e intervinientes en los procesos y las dinámicas del
consumo (des)informativo, así como el contexto
que permea de forma transversal la problemática
de la (des)información actual, que puede mejorarse
o mantenerse con la implementación de ciertas
estrategias de acción/interacción, las cuales pueden
desembocar en consecuencias positivas o negativas
dentro y fuera de los entornos digitales de interacción
social.
IV. Análisis de resultados
4.1. Introducción al consumo de la (des)información
A partir de las diferentes aproximaciones teóricas
examinadas para la presente investigación, se diseñó
una serie de instrumentos que sustentaran la creación
e implementación de grupos focales y entrevistas
con especialistas en los ámbitos del periodismo,
la vericación de información y la alfabetización
mediática e informacional desde una perspectiva
pedagógica. Dichas técnicas se realizaron en octubre
de 2019, en el AMSS, y sirvieron para determinar
aspectos relacionados al consumo de insumos (des)
informativos8, el grado de distinción entre una (des)
información de una noticia periodística, así como
sugerencias y recomendaciones que posibiliten la
alfabetización mediática e informacional en un entorno
ecológico bajo el cual se producen y viralizan piezas
(des)informativas.
Una apreciación inicial del consumo de insumos
(des)informativos pasa por consideraciones sobre la
era digital en la cual circulan. Sobre esa base, Lilian
Martínez, editora de Focus Data, la unidad de datos
de EDH, considera que “hay encuestas en las que le
preguntan a la gente cómo se informan y la mayoría
se informa a través de las redes sociales. Por esa razón,
tenemos que reinventarnos y ver cómo nos acercamos
más a esos usuarios y cómo nos volvemos a ganar su
conanza”.
Sus apreciaciones coinciden con los resultados de la
investigación #MenteMillennial, publicada por EDH
(2016). En ella se visibiliza que el 23% de una muestra
seleccionada de jóvenes entre los 20-34 años de edad
considera la navegación en internet, que contempla el
consumo de información, música y series, como una
de las principales actividades que realiza durante su
tiempo libre. Por tal razón, Johannes Meltzer, director
regional de la DW Academy para Centroamérica,
México y el Caribe, estima que “no solo se trata de
mejorar la calidad de la información, necesitamos un
público más crítico, un público que sepa informarse”.
Así, los grupos focales dieren sobre cuáles son
los medios por los cuales vale la pena informarse
actualmente. Algunos jóvenes consultados expresaron
que las opiniones de sus referentes más cercanos
dentro y fuera de sus entornos digitales constituyen
una primera opción de conabilidad informativa,
seguidas por la circulación de información en redes
sociales como Facebook y Twitter. Pese a eso, no se
duda la existencia de “otra utilización manipuladora
de un marco” en dichos espacios de interacción social
digital (Lakoff, citado en Muñoz, 2017, p. 30), pues,
tal como expresó una de las participantes, “hay un
proceso de edición y manipulación de la información.
Entonces, no van a poner cosas que les perjudique”.
Para los adultos consultados con rangos de edades
entre los 60 y 65 años, con una capacidad adquisitiva
media alta y media, la cual les permite tener acceso a
internet por medio de sus dispositivos electrónicos,
los medios digitales representan la forma más idónea
de consumir información actualmente. Dada la
transición que ellos han experimentado del consumo
de información tradicional a una digital, tienden
a privilegiar esta última por su grado de alcance,
8 Como insumo (des)informativo se pueden incluir notas falsas,
memes, chismes, entre otros, que tengan como nalidad la
provocación de la emocionalidad sobre la racionalidad con el
propósito de atraer audiencia o engañar con nalidades políticas
o económicas.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
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inmediatez y disponibilidad por medio de una
diversidad de dispositivos electrónicos y digitales a
su alcance. Sobre esa base, los adultos consultados
perlaron ciertas percepciones negativas a los medios
tradicionales, pues los consideraron de difícil acceso,
obsoletos y con alto grado de desfase respecto a las
dinámicas de consumo (des)informativo. Así lo expresó
uno de los participantes del grupo focal de adultos
al considerar que “en WhatsApp prácticamente te
enterás en el momento de cómo suceden las cosas.
Eso ha cambiado la manera en la que uno se informa.
El diario casi nadie lo lee y ya no ha de tener la misma
circulación en años, donde solo de ellos dependíamos
[para informarnos]”.
Así, tanto las apreciaciones de los jóvenes para
desconar de la postura de ciertos contenidos digitales
como la excesiva conanza de los adultos en el instante
preciso ofertado por WhatsApp orillan a los usuarios
a toparse con escenarios (des)informativos en los
cuales, de acuerdo con el periodista independiente y
vericador de noticias, Rodrigo Baires Quezada, “no
hay mediador. No digo que el periodista sea básico,
sino que lo usuarios se bajen del situacionismo y
empiecen a ver si quieren compartir algo o no de
buen corazón”. Al poner estas consideraciones sobre
la mesa, Pauner (2017) estima que pueden generarse
dos causas que desencadenan un robustecimiento
de la circulación de insumos (des)informativos: 1)
creer en que un conocido nos transmite información
con una intencionalidad genuina, conable y 2) no
poder diferenciar entre una información curada por un
algoritmo digital de aquella que fue seleccionada bajo
criterios editoriales tradicionales.
Dicha situación juega un papel signicativo en el
consumo informativo que realizan los participantes
de ambos grupos focales dentro de sus interacciones
sociales más signicativas, dentro y fuera de los
entornos digitales. Aquí comienzan a establecerse
diferenciaciones claras alrededor de la accesibilidad
y la comunicación bidireccional que los usuarios
pueden establecer con los diferentes proveedores de
información.
De esta forma, aunque la mayoría de los participantes
del grupo focal de adultos consideró positiva la
inmediatez y la diversidad de fuentes que pueden
consultarse, no todas las personas de su edad tienen
acceso a dispositivos que les permitan subirse
a la era de las nuevas formas de consumo (des)
informativo, producto de la brecha digital, entendida
por la Federación de Enseñanza de Comisiones
Obreras de Andalucía (2011, p. 7) como “la diferencia
socioeconómica entre aquellas comunidades que
tienen accesibilidad a Internet y aquellas que no”.
Para uno de los participantes, lo anterior benecia de
alguna u otra forma a los medios tradicionales, ya que
“siguen teniendo un puesto en el área de noticieros,
pues hay gente que por su edad o recursos no tiene
acceso a una computadora o internet. Ellos siguen
igual que antes y el cambio solo lo sentimos quienes
tenemos acceso a un teléfono inteligente con internet”.
En cuanto a los jóvenes, el grado de veracidad en
los insumos (des)informativos incide en su contacto
con temáticas coyunturales nacionales, como los
despidos de personal y cierres de sucursales de la
cadena de restaurantes Mister Donut9. Acá, a partir del
seguimiento que ellos llevaron a cabo por iniciativa
personal sobre diferentes insumos (des)informativos de
actores clave del entorno ecológico digital, se pueden
visibilizar efectos de la comunicación posverdad
(Clavero, 2018), donde los ciudadanos carecen de
toda la información posible para sentar postura sobre
aquellas armaciones que pueden considerarse como
vericables sobre la realidad. En ese sentido, algunos
de ellos externaban sus dudas en torno al uso de
imágenes ilustrativas del caso, en las que se publicaba
el estado de las cocinas y los utensilios destinados a la
preparación de alimentos en dos de los Mister Donut
clausurados por el Estado10, al grado de que una de
ellas recalcó: “Yo coné en que las imágenes eran
reales, pero eran de hechos pasados”.
9 Ver la noticia: López, J. y Tobías, J. (2019, octubre 10). Empleadas
de Mister Donut protestan y exigen el cese de cierres. Elsalvador.
com. Recuperado de https://www.elsalvador.com/eldiariodehoy/
empleadas-de-mister-donut-protestan-y-exigen-el-cese-de-
cierres/648440/2019/
10 Ver la noticia: Pérez, E. (2019, octubre 4). VIDEO Y FOTOS:
Vea cómo eran las cocinas y los trastos de los dos Mister Donut.
Elsalvadortimes.com. Recuperado de https://www.elsalvadortimes.
com/articulo/sucesos/fotos-cierran-local-mister-donut-
insalubridad-preparacion-alimentos/20191001154536063482.html
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
85“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
Se tenga acceso o no a un dispositivo para consultar
un caso de interés personal, Johannes Meltzer, director
regional de la DW Academy para Centroamérica,
México y el Caribe, es contundente: “El consumo de
información es mucho más complicado de lo que
pensamos (…). Nadie nos dijo cómo distinguir la
mentira de la verdad, pero es sumamente necesario
para sobrevivir en este mundo digitalizado”. No solo
se precisa eso: también parte del hecho de reconocer,
como enuncia la periodista de Revista Factum, Jessica
Ávalos, que “si bien ha habido más acceso, al mismo
tiempo hay más desorden”, una situación que ella
ilustró con la fragmentación de una esfera pública
fragmentada a favor o en contra sobre un político
o funcionario al interior de los contextos digitales
actuales.
Curiosamente, los participantes de ambos grupos
focales consultados establecen ese mismo grado de
desconanza en torno a las estrategias y tácticas de
circulación de la (des)información, dentro y fuera de
sus entornos digitales, con la puesta en marcha de
insumos (des)informativos. Para ellos, un insumo (des)
informativo está confeccionado para despertar la
emocionalidad sobre la racionalidad de las personas,
valiéndose de tácticas de engaño y (des)información
intencional y deliberada, en aras de obtener una
nalidad política o nanciera.
En ese sentido, uno de los jóvenes consultados recalcó:
“Desvía el primer tema, el principal. Entonces, si un
político está haciendo algo mal, hagamos un escándalo
y demos prioridad a esto para que ellos se olviden de
algo importante”. Bajo esta premisa, un insumo (des)
informativo no precisa únicamente de una estructura
y una maquinaria que se dedique a elaborarlo y
distribuirlo, también requiere de la complicidad
(implícita o explícita) de los destinatarios de este, la
audiencia como tal.
El insumo (des)informativo se vale de las ausencias
formativas de la población en materia de alfabetización
mediática e informacional para ofrecerles “pan y circo”
digital: a cambio de su buena voluntad y conanza,
les ofertan elementos con los cuales toman decisiones
permanentes basadas en emociones temporales. Lo
anterior entra en consonancia con lo expresado por uno
de los adultos entrevistados: “Las crean para generar
caos, desesperación o que se vayan a uno u otro lado de
la balanza con un n especíco, aprovechándose de la
ignorancia que puede tener la población”.
Entonces, si un insumo (des)informativo se aprovecha
de estas circunstancias, ¿qué dijeron tanto los adultos
como los jóvenes en torno al valor informativo que
generan los usuarios y proveedores de información
tradicional en dichos contextos digitales?, ¿tienen la
misma informativa y peso informativo (o no)? Para los
jóvenes, el usuario es más creíble en determinadas
coyunturas. Sus motivaciones para armarlo responden
a la puesta en marcha de un periodismo ciudadano,
entendido por Juan Carlos Suárez (2017) como la
potestad de que “cualquier ciudadano con un teléfono
móvil o una cámara podía ser testigo de un hecho
noticioso y difundir ese material para el consumo del
resto de la sociedad”.
En ese sentido, para los jóvenes consultados los usuarios
generan contenidos con los cuales ofrecen otra historia,
una narrativa alternativa a un acontecimiento, suceso
o circunstancia que los medios son incapaces de
contar. Esto concuerda con las opiniones vertidas por
una de las jóvenes entrevistadas sobre las protestas
en Chile, que comenzaron a raíz de un alza tarifaria
del transporte público, desencandenando otra serie
de reivindicaciones anes al costo de la vida y un
rechazo generalizado a la institucionalidad política
chilena; ella asegura que “las mismas personas se están
manifestando. Ellas buscan otra opción para poder
comunicarle a la gente y a todo el mundo qué es lo que
está pasando (…). Lo considero bastante bueno cuando
este tipo de situaciones son bastante drásticas”. Así, se
demuestra el alto grado de conanza que las personas
pueden tener sobre las facilidades que brindan los
ofrecimientos en torno a la transmisión de eventos en
vivo respecto de determinados acontecimientos.
A partir de esta consideración, las dinámicas de difusión
(des)informativa por los usuarios en internet responde
a lógicas similares del framing, propuesto por Robert
Entman (citado en Ardèvol, 2015, p. 424) como un
“proceso en el que se seleccionan algunos aspectos de
la realidad a los que se les otorgará un mayor énfasis
o importancia, de manera que se dene el problema,
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
86
se diagnostican sus causas, se sugieren juicios morales
y se proponen soluciones y conductas apropiadas a
seguir”. De igual forma, estas situaciones compaginan
con las consideraciones de Lilian Martínez, editora de
Focus Data, la unidad de datos de EDH, respecto de la
falsa sensación de cercanía que proporciona internet
sobre la difusión de acontecimientos nacionales
o internacionales, ya que muestra “fragmentos de
realidad seleccionados por una persona que tiene sus
propias experiencias y, con base en ellas, selecciona
lo que te va a dar. Creo que las personas no están
conscientes de eso”.
Por otro lado, pese a todo, los adultos tienden a favorecer
más al medio por encima del usuario al momento de
ponderar su grado de valoración informativa. Al poner
sobre la mesa dos de las tres funciones básicas de los
medios de comunicación propuestas por Harold Lasswell
(citado en López y Martínez, 2014, p. 84), anes a la
vigilancia del entorno y el establecimiento de relaciones
entre los componentes de una sociedad para responder
al entorno, los medios tradicionales tienen la última
palabra para decidir si lo publicado en los entornos
digitales puede ser considerado como verdadero (o no).
Al respecto, uno de los adultos consultados externó lo
siguiente: “A veces, la regazón11 de noticias en redes
sociales obliga a los medios [tradicionales] a investigar
si todo lo que se dice es cierto. Y podría ser que, por
tradición, la gente le crea más a esos medios que a las
redes sociales”.
En ese sentido, la periodista de Revista Factum, Jessica
Ávalos, señaló que, actualmente, Revista Factum
está enfocada en una scalización permanente de la
agenda nacional para desmontar los regímenes de
posverdad (Harsin, citado en Álvarez, 2018, p. 52), con
los cuales se busca crear “una sociedad de control
en la que el poder explota las nuevas ‘libertades’
para participar, producir, expresar, consumir, difundir
y evaluar”, conformados por actores clave dentro y
fuera de los contextos digitales. Sumado a eso, Ávalos
estimó que se vuelve imprescindible que los medios
de comunicación no claudiquen en sus esfuerzos de
vericación de información, de tal forma que puedan
construir un consumo informativo responsable “para
que la ciudadanía valore y distinga de igual forma el
producto cualicado que le estamos dando”.
4.2. Entre ltros burbuja, líderes de opinión y otras
hierbas (des)informativas
Las discusiones iniciales con los participantes de
ambos grupos focales facilitaron poner en perspectiva
las consideraciones en torno a la utilización de ltros
burbuja y la importancia de los líderes de opinión en
ellos, así como la puesta en marcha de competencias
anes a la alfabetización mediática e informacional
al momento de solicitarles que identicaran si un
compendio de noticias podría ser catalogado como
(des)informativo (o no).
Sobre esa base, al conuir tantos puntos de vista
diferentes en los contextos digitales, bajo los cuales
interactúan los usuarios, se vuelve sumamente
sencillo apelar a la utilización de ltros burbuja con
los cuales curamos la información, de tal forma que
solo preferimos aquellas opiniones o puntos de vista
que refuercen lo que pensamos (Delgado, 2019). Así,
tanto los adultos como los jóvenes coincidieron en el
hecho de expresar su punto de vista sobre temáticas
particulares en contextos, mediados por la conanza,
la camaradería y un alto grado de pertenencia y
distensión con quienes conforman sus grupos de
interacción social laboral, académica o familiar.
Al interior de dichas dinámicas de interacción social,
aparecen guardabarreras informativos que logran
incidir en el resto de las personas, los líderes de
opinión. Para Luis Núñez y Tamara Vásquez (2008, p.
232), son “aquellas personas que inuyen en la opinión
de su grupo (…), los que inuyen en grupos por cauces
más o menos institucionales abiertos a la sociedad
como un conjunto institucional”.
En el caso de los adultos, ellos trasladan el liderazgo
de opinión a otros usuarios de su entera conanza,
catalogados como serios y comprometidos por curar
toda la información posible que les ayude a tomar una
decisión contundente. Así, una de las participantes lo
ilustra de la siguiente forma: “Pertenezco a un grupo
de WhatsApp donde tenemos a una persona que
11 Según el Diccionario de Salvadoreñismos (2017), se utiliza como
un “sinónimo de divulgar un hecho o secreto, chismear.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
87“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
transmite información de lluvias y cuestiones así. Es tan
seria que está suscrita a informes ociales y ocupa a
‘san Twitter’ para corroborar que una noticia sea ocial
y creíble”.
Los jóvenes, en cambio, se convierten en los líderes
de opinión de sus entornos sociales inmediatos. Al
ser ellos los referentes principales, buscan ejercer un
diálogo intergeneracional con sus familiares cercanos
con los cuales establecen lazos de cercanía y conexión
hacia las temáticas coyunturales que circulan dentro
y fuera de internet. En ese sentido, una de las jóvenes
participantes ponderó: “Si un tema es relevante, se
convierte en un tema de conversación. Se convierte en
algo que vamos a hablar durante 20 minutos. Creo que
esa es la motivación [de ser un líder de opinión]: estar
hablando en familia”.
Sin embargo, las consecuencias de apostar por la
utilización de esta curaduría informativa, en lugar de
mejorar la vida cotidiana de las personas, termina
mermando su capacidad de cuestionar cualquier
elemento informativo que llegue a sus manos, provenga
de un referente conocido o desconocido, así como
la posibilidad de expresar abiertamente sus ideas sin
temor a ser sancionado o cuestionado por cualquier tipo
de crítica o regulación, dentro y fuera de internet.
Dichas condiciones contribuyen a una circulación
(des)informativa que desencadena en la construcción
y consolidación de puntos de vista extremadamente
divergentes sobre una temática particular. En
consonancia, esto fomenta un miedo al disenso
(dentro y fuera de entornos digitales), pues, tal como
aseguró uno de los participantes del grupo focal
de adultos, “ponés lo que pensás cuando estás en
un grupo de conanza, pues lo que vos opinés no
va a tener trascendencia. Cuando no conocés a las
personas o no sabés de qué forma piensan, creo que
te reservás tu comentario mejor”.
No solo eso: también los jóvenes consultados
enfatizaron los ambientes hostiles en los cuales
conviven, producto del ujo de polarización
de puntos de vista existentes dentro y fuera de
contextos digitales. Provenga de líderes de opinión,
cercanos o desconocidos, existe una suerte de
vigilancia y castigo, propia de Michel Foucault
(1975), adaptada a los tiempos modernos, donde
se debe sortear con cautela y sigilo la contundencia
del “estás conmigo o contra mí”, lo que, en palabras
de una de las participantes, se traduce en que “no
podés dar tu punto de vista con alguien que tenga
un sentimiento de superioridad solo por el hecho de
que alguien con poder te lo está diciendo”.
Al respecto, el periodista independiente y vericador
de noticias, Rodrigo Baires Quezada, considera que
la mejor alternativa para romper la burbuja encuentra
cabida en una de las frases más famosas de “El padrino
II” (1974): “Mantén cerca a tus amigos, pero aún
más cerca a tus enemigos”. Dada su experiencia en
talleres anes al ejercicio de los derechos digitales,
él considera importante darse “la oportunidad de
leerlos y de ver cómo piensan. No solo porque son
tus enemigos o porque son tus adversarios los que
piensan diferente (…), sino por cómo funcionan las
nuevas formas de información a los lectores”. Así,
exista o no la (auto)regulación y la polarización de
opiniones, se vuelve crucial desenvolverse, con el
debido respeto y la mejor argumentación racional
posible, para reconstruir la fragmentación de la esfera
pública digital que actualmente impide el ejercicio del
debate y tolerancia crítica que tanto se requiere en
estos tiempos.
Por esa razón, se aprovecharon ambos grupos
focales para generar un espacio de conanza,
carente de críticas o regulaciones, con la nalidad de
que los participantes pusieran en práctica al ejercicio
de competencias anes a la alfabetización mediática
e informacional para determinar si una selección
de cinco insumos (des)informativos podrían ser
catalogados como tales (o no). Cabe destacar que
todos los insumos (des)informativos eran falsos,
pues, aunque en apariencia hayan sido maquetados
y confeccionados como artículos periodísticos,
evocan las apreciaciones de Hunt Alcott y Matthew
Gentzkow (citados en García, 2018, p. 199), ya que
son “artículos, notas o cualquier tipo de información
que se comparte en la red cuyo propósito deliberado
es el de desinformar al público”. Su denición
contempla artículos de noticias fabricados, así como
insumos que pueden ser tomados como factuales,
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
88
especícamente si son vistos fuera de contexto en las
redes sociales.
De esta forma, se seleccionaron cinco temáticas
de interés, anes a las principales secciones de un
medio tradicional: política, seguridad, internacional,
comunidades y farándula. En consonancia, se les
solicitó que examinaran detenidamente cada uno de
los contenidos con los cuales había sido ensamblado
el insumo (des)informativo: desde el titular, el cuerpo
del texto, hasta la diversidad de elementos grácos
(fotografías, capturas de pantalla de publicaciones de
diversas redes sociales) que habían seleccionado para
complementar el resto de elementos.
Figura 2: Insumo (des)informativo A, seleccionado
para visibilizar la cobertura política en redes sociales
Fuente: “Carmen Aída Lazo: con $180 cualquiera vive bien”.
Entiemporeal.online. Publicado el 6 de diciembre de 2018.
El insumo (des)informativo A, publicado por el portal
de contenido Entiemporeal.online (2018), retrata una
publicación que circuló en redes sociales durante la
campaña presidencial de 2019 en El Salvador. En ella
se retrata a la excandidata vicepresidencial de Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA), Carmen Aída Lazo,
asegurando que “el salario mínimo actualmente es de
$300, es bastante alto. Pero ahorrando, cualquiera vive
bien con $180. Digamos no al despilfarro”.
La mayoría de los adultos consultados estimó que el
insumo era falso, dado el tratamiento fotográco y la
forma en la cual se habían confeccionado los párrafos.
En palabras de uno de ellos: “Esta nota, claramente,
busca desprestigiar a Carmen. Denitivamente, es
gente que, con algún nivel de preparación, arma bien
el zangolote12 [de circular insumos (des)informativos],
que a la larga ha resultado aquí y en otros países”. Uno
de ellos, incluso, determinó que no deseaba seguirla
leyendo, pues sabía que tenía una intencionalidad clara
que iba en contra de sus preferencias políticas.
Para los jóvenes, las principales claves para detectar
que el insumo era (des)informativo o no consistió en
identicar las peculiaridades del lenguaje utilizado
en el mismo. Valerse de palabras coloquiales como
embarrada” o “meter la pata” carece de un lenguaje
esperado de una pieza que se considere periodística.
Aunado a eso, una de las participantes comentó
que “cualquiera puede manipular eso [el texto, las
fotografías, el tuit]. A nosotros nos enseñaron eso en
una clase: meterse a las herramientas y modicar un
comentario se vuelve fácil de manipular”.
Para Johannes Meltzer, director regional de la DW
Academy para Centroamérica, México y el Caribe,
esta capacidad crítica de los participantes evidencia el
hecho de que los insumos (des)informativos responden
a una intencionalidad clara de ridiculizar o menoscabar
a una persona, razón por la cual ellos deben
cuestionarse siempre “por qué me están poniendo esto
y el porqué lo están divulgando. Estas acciones deben
incentivarlos de tener esta buena intención de ‘sí, yo lo
12 Para el Diccionario de Salvadoreñismos (2017), conlleva un
“sinónimo de agitación; alboroto, tumulto”.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
89“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
Figura 3: Insumo (des)informativo B, seleccionado
para visibilizar la cobertura de seguridad en redes
sociales
Fuente: “Detectan plan de pandilleros MS para atacar dos
subdelegaciones de la Policía en San Salvador y Cuscatlán”.
Elsalvadortimes.com. Publicado el 25 de mayo de 2019. 13 Sinónimo de dinero (Diccionario de Salvadoreñismos, 2017).
sé [de que es (des)informativo], pero también lo quiero
compartir con otros’”. Sin duda, un sano ejercicio de
la puesta en marcha del “todo lo que sabemos lo
sabemos entre todos”, de Antonio Machado (s. f.).
En el caso de la gura B, publicada por
Elsalvadortimes.com (2019), se visibiliza una
problemática de seguridad, relacionada con un
plan de la Mara Salvatrucha (MS-13) para atacar dos
subdelegaciones ubicadas en los departamentos
de San Salvador y Cuscatlán, la cual se encuentra
sustentada en una serie de elementos carentes de
conrmación, los cuales fomentan la cultura del rumor
y el anonimato para sustentar una polarización de
opiniones hacia esta problemática de interés nacional.
Para los adultos consultados, el insumo es verdadero,
pues cuenta con un titular, rma, hora; incluso, ciertos
elementos propios de las condiciones actuales de la
seguridad en el país. Dos de ellos manifestaron tener
una amnesia de la fuente (McIntyre, citado en Álvarez,
2018), al recordar que habían leído notas similares en
otros proveedores de información, pero no recordaban
dónde. Otro de ellos matizó la situación al considerar
que “lo creo muy posible. A mí me parece raro que
digan que haya una gran reducción de crímenes
cuando, en realidad, ves cosas como estás en los
medios [digitales]. A lo mejor, estos [el Gobierno] están
pasando el pisto13 por debajo [de la mesa]”.
En consonancia, la mayoría de los jóvenes consultados
catalogaron a la pieza como verdadera, pues presenta
elementos coyunturales bajo los cuales se podría
considerar como tal. Uno de ellos se valió de un ejercicio
posmoderno: buscarlo en su fuente original y establecer
una relación de anclaje con el eslogan del medio al
asegurar que “su página dice ‘Noticias conables’,
entonces, sí es verdad”. Ahora bien, ¿se debe creer
ciegamente en ella? Puede que sí, puede que no. Al
respecto, otra de las jóvenes participantes piensa que
puede ser verdad, pero no dejó de externar sus dudas
en torno a la pieza, pues “me pareció bien vaga, ¿cómo
detectaron que hasta tienen un plan? Pero es algo que
pasa, pues he visto casos de cómo es esa gente”.
La puesta en marcha de un sesgo de verdad fue crucial
para considerar la pieza como conable. Al retratar
ciertas dinámicas coyunturales nacionales y conar
en que su retrato de los hechos era 100% legítimo,
les permitió descartar otro tipo de cuestionamientos
de fondo y forma, anes al rumor y las imprecisiones
periodísticas. Aparte de eso, de acuerdo con el periodista
independiente y vericador de noticias, Rodrigo
Baires Quezada, la percepción de la violencia se hace
geográca cuando los hechos se vuelven herméticos.
Por esa razón, en el tsunami de la (des)información,
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
90
existe una serie de elementos que conuyen para
que este tipo de piezas se consideren como verídica,
pues “hay demasiada información mala circulando
junta, información falsa, más desinformación, más mal
periodismo, gente que no sabe leer, entonces, tenés la
tormenta perfecta de la desinformación”.
Por otro lado, la gura C, divulgada por el portal de
contenido Enlineabc.com.mx (2019), se enmarca en
una caravana migrante que partió de San Pedro Sula,
Honduras, hacia Estados Unidos, en 2019. De todas
las personas que iban en ella, 2000 entraron de forma
irregular a México y 969 solicitaron asilo humanitario
en dicho país (Laprensa.hn, 2019).
Figura 4: Insumo (des)informativo C, seleccionado
para visibilizar la cobertura internacional en redes
sociales
Fuente: “Hondureños queman la bandera de México”. Enlineabc.
com.mx. Publicado el 18 de enero de 2019.
Pese a que la noticia seleccionada es falsa, los adultos
estimaron que era conable. Dada la sobresaturación
informativa de la temática y el grado de uso y
consumo de sus dispositivos electrónicos y digitales,
dos de ellos manifestaron tener una amnesia de la
fuente (McIntyre, citado en Álvarez, 2018); es decir,
recordaban haber leído notas similares en otros
proveedores de información, pero no recordaban
dónde. Sobre el grado de factibilidad de la nota, uno
de ellos la ponderó como verdadera, dado su grado
de proximidad y cercanía con hondureños, a raíz
del trabajo que desempeñó en un tiempo para una
compañía en El Salvador: “He llegado a convivir con
ciertos hondureños y los creo capaces de este tipo
de cosas. Sobre todo si tomamos en cuenta aquella
hondureña que decía que les daban comida de cerdos
en México. Aparte de eso, la noticia me remite a otras
cosas que estuve leyendo previamente”.
Para los jóvenes, no obstante, el insumo es falso.
En ese sentido, expresaban que la pieza había sido
hilvanada con la mínima curaduría editorial que
sustentara la precisión y credibilidad de la información.
Eso se evidencia en el grado de especicidad del
titular, un contenido básico, carente de elementos
sustanciales con los cuales un lector pueda generarse
una idea clara sobre los hechos retratados, al tomar
en cuenta variables temporales y espaciales de interés
público. Además, la nota adolece de un elemento
esencial: el autor del insumo. Por esa razón, una de
las participantes no dudó en expresar sus dudas al
respecto al asegurar: “Fíjense el nombre de quién la
pública. ¿Quién va a conar en un ‘admin’? No confío
en esto nada más. Para mí, tiene que haber un nombre
y tiene que estar bien detallada”.
Y los especialistas consultados, ¿qué dicen? Para el
caso de los adultos, sus valoraciones son similares
a la forma en la cual se transmiten cadenas (des)
informativas en plataformas digitales. Lilian Martínez,
editora de Focus Data, la unidad de datos de EDH,
estima que “las personas encuentran una información
con la que se identican porque se indignan o apoyan
una causa y esa seudoinformación respalda su opinión
y no verican si el medio es de ar (o no)”. Ahora bien,
las intervenciones de los jóvenes conforman parte de
estrategias que el periodista independiente y vericador
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
91“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
Figura 5: Insumo (des)informativo D, seleccionado para
visibilizar la cobertura de comunidades en redes sociales
Fuente: “POR SOBREPASAR EL TRÁFICO: Motociclista se subió
a la acera y atropelló a un perrito en Ciudad Merliot”. Cronio.sv.
Publicado el 17 de julio de 2019.
de noticias, Rodrigo Baires Quezada, considera viables
para combatir la circulación de la (des)información: “Hay
que enseñar a leer críticamente (…); un lector informado
te diría: ‘Esta nota está mala’. Y, por tanto, castigaría la
credibilidad del medio [que la difundió]”.
Esta situación contrasta signicativamente al momento
de cuestionarles a los participantes de ambos grupos
focales sus consideraciones en torno a catalogar la gura
D, difundida por el portal de contenido Cronio.sv (2019),
como verdadera o falsa. En ella, se hilvana un aparente
caso de atropello vial ocasionado por una motocicleta
hacia un perro en Ciudad Merliot, Santa Tecla.
La mayoría de los adultos estimó que la pieza era
verdadera, pues, dada su empatía y anidad con
las mascotas, estimaban que era muy posible que
ocurrieran ese tipo de situaciones en el país. Sin
embargo, uno de ellos manifestó sus sospechas en
torno a cómo fue construida la nota al asegurar que
“puede ser que pasen ese tipo de cosas, pero no lo
termino de creer del todo por la forma en la cual está
escrita la numeración de las placas. No sé el porqué,
pero no me parece un elemento conable dentro de
todo el contexto”.
En el caso de los jóvenes, aunque persisten dudas
sobre quién escribió la nota y el tipo de evidencias con
que fue construida (incluida una captura de pantalla
de Twitter con 295 “Me gusta”), uno de ellos logró
englobar la postura de los participantes al punto de
armar que “eso siempre pasa: el hecho de que los
motociclistas, por evadir el tráco, se suben a la acera.
Entonces, no les importa sobrepasar ni a la gente ni a
los perros”.
Este tipo de piezas concuerda con las valoraciones
externadas con la periodista de Revista Factum,
Jessica Ávalos, sobre las motivaciones por las cuales
las audiencias las consumen, pues “la simpatía es lo
que la gente siempre quiso leer o quiso ver. Es con
lo que se siente más cómoda, aunque no sea cierto.
Inuye mucho que la gente rebote o haga virales
cosas de lo que debería pasar, aunque realmente
no esté pasando”. Para ella, el ofrecimiento de la
construcción de un puente sobre el río Torola, vía
Twitter, por parte del presidente de la República,
Nayib Bukele14, así como la creencia de las personas
en la promesa del 100% de abastecimiento de
medicamentos en la Red Nacional Hospitalaria15 son
muestra de eso. De acuerdo con Keyes (citado en
Álvarez, 2018, p. 104), valerse de este tipo de insumos
14 Ver la noticia: Guzmán, V. (2019, octubre 4). El puente construido
en Twitter todavía no existe en Torola. Elfaro.net. Recuperado
de https://elfaro.net/es/201910/el_salvador/23702/El-puente-
construido-en-Twitter-todav%C3%ADa-no-existe-en-Torola.htm
15 Ver la noticia: Elmundo.sv (2019, septiembre 8). Ministra
de Salud: “Tenemos abastecimiento total” de medicamentos.
Recuperado de https://elmundo.sv/ministra-de-salud-tenemos-
abastecimiento-total-de-medicamentos/
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
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Figura 6: Insumo (des)informativo E, seleccionado
para visibilizar la cobertura de farándula en redes
sociales
Fuente: “Bradley Cooper y Lady Gaga ¡ya viven juntos! según ‘In
Touch’”. Los40.com.mx. Publicado el 12 de julio de 2019.
apela a la utilización de la mentira recreativa en las
audiencias que, más allá de divertirlas y entretenerlas,
persigue “una nalidad controladora y manipuladora,
lo que para algunos forma parte de su atractivo”.
Finalmente, se les presentó la gura E, publicada por
Los40.com.mx (2019), una nota de espectáculos que
aseguraba que los artistas norteamericanos Lady Gaga y
Bradley Cooper vivían juntos, luego de la separación de
este último de su expareja, la modelo rusa Irina Shayk.
Uno de los adultos optó por no seguirla leyendo después
de ver el titular, pues catalogó “como frivolidad estar
pendiente de la vida de alguien más. Suspendo juicio.
No tengo nada más que decir”. Sin embargo, otros de
los adultos consultados consideraron el insumo como
verdadero, pues presenta similitudes con otras notas de
farándula que han escuchado previamente; incluso una
de ellas complementó la nota al armar que “es verdad.
A raíz de lo que pasó en los Óscar, donde ellos cantaron
juntos, es que salieron estas notas. Yo creo que sí es
verdad por la forma en la que actuaron ahí”.
Ahora bien, los jóvenes catalogaron la pieza como falsa
al existir una tergiversación de los hechos, producto de
que ambos artistas colaboraron en la película “A Star is
Born” (2019). Sobre esa base, cuestionaron la veracidad
de información presentada en términos del uso de
las imágenes que sugieren un supuesto embarazo de
la cantante, así como la ausencia de evidencia que
garantice que, en efecto, se está mudando con el actor en
cuestión. De hecho, una de ellas retrató el reforzamiento
de la mentira como elemento de credibilidad, planteado
por Joseph Goebbels (citado en Baidez, 2018), al
asegurar que “es superredundante decir ‘Bradley Cooper
y Lady Gaga se mudan’, tienen un embarazo y no sé qué.
Me lo repetían tantas veces, de tal forma que pudiera
asegurar: ‘¡Ah, sí! ¡Es verdad!’ ¡Eso sentía yo! Muy
redundante”.
3.3 ¿Existe una luz en la oscuridad (des)informativa?
La fase nal de los grupos focales y las entrevistas
con especialistas giró alrededor de comentarios y
sugerencias que, desde sus experiencias personales
y profesionales, pudieran brindar lineamientos
iniciales que posibiliten la alfabetización mediática e
informacional en el entorno ecológico bajo el cual se
producen y viralizan los insumos (des)informativos.
Este tipo de consideraciones giró alrededor de tres
ejes fundamentales (los usuarios, el periodismo y el
entorno), de tal forma que, según Sonia Aguilar y Julia
Barroso (2015, p. 74), se contrastan “los resultados
analizando coincidencias y diferencias (…) para
investigar un problema y facilitar su entendimiento”.
En el caso de los adultos consultados, la mejor
alternativa para desenvolverse en lo digital radica
en el establecimiento de relaciones de interacción y
cercanía con usuarios que conocen y son de su entera
conanza. Por esa razón, expresaron que la hostilidad
es la menor de sus preocupaciones, pues nunca han
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 13
93“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
tenido que silenciar o bloquear a contactos con los cuales
interactúan en el ecosistema digital, un ltro burbuja
sustentado en el “más vale viejo conocido que nuevo
por conocer”. Pese a eso, uno de ellos externó haber sido
bloqueado por un medio digital, pues “yo era una de
las personas que más comentaba en La Página16 y, por
externar una opinión contraria a lo que ellos publicaban,
terminaron bloqueando mis comentarios… Y los de otros
tantos más”.
Para el caso de los jóvenes, las principales apuestas
para desenvolverse en el ecosistema digital apuntan
al ejercicio del debate y tolerancia crítica digital. Acá
entra en juego la puesta en marcha de competencias
anes al pensamiento crítico, que les permita a las
personas discernir cuáles son los alcances, limitaciones y
consecuencias de publicar puntos de vista particulares,
así como el hecho de seguir un cierto número de cuentas
que refuercen o disientan de ellos. Sí, habrá personas
que se podrán ofender, de forma directa o indirecta;
sin embargo, una de las jóvenes consultadas estimó
que estamos en un mundo donde hay diferentes
cosas y nadie va a pensar lo mismo que vos. Entonces,
inteligente es aquel que puede escuchar, puede opinar,
pero no te vas a poner al tú por tú. Eso no es respetar”.
Respecto a las opiniones de los especialistas, Johannes
Meltzer, director regional de la DW Academy para
Centroamérica, México y el Caribe, considera que los
usuarios pueden ser parte de la solución al combate
del fenómeno de la (des)información. En ese sentido,
todos tenemos la capacidad de ser alfabetizadores
mediáticos e informacionales, pues en la medida que
exista una traslación de las competencias periodísticas
a los ciudadanos, estos podrán ejercer un consumo
informativo responsable que les ayude a determinar
cómo trabajan los medios, cómo surge una información,
cuál es la diferencia entre un medio amarillista y uno
serio, cómo enfocan las cosas”.
Se requiere, por tanto, una (re)socialización del consumo
informativo actual en la cual una serie de actores clave
puedan generar las sinergias necesarias para instaurar
el ABC del periodismo en las prácticas cotidianas de
las personas. En ese sentido, la periodista de Revista
Factum, Jessica Ávalos, expresa que es importante que
los usuarios puedan establecer un conjunto de dudas
razonables que les permita establecer qué sí y qué no
cumple con los estándares de difusión digital, pues “eso
que hacemos en nuestras casas, en nuestros círculos de
amigos de repreguntar, de hacer que la gente cuestione
lo que está replicando, podríamos hacerlo a otra escala.
Para mí, eso sí podría ser una forma de contrarrestarlo”.
Por otro lado, dentro de este contexto (des)informativo
y altamente polarizado, los adultos recalcaron que
el periodismo puede recuperar la conanza de las
audiencias informando con la verdad. Para ellos, es
sumamente importante que el método periodístico
transmita elementos que les permitan tomar una decisión
clave. Para uno de ellos, esto es sumamente valioso, pues
de lo contrario “me sentiría muy mal si compartiera algo
falso. Porque, en lugar de informar, estaría confundiendo
a mis contactos y esa no era mi intención original”. Y no
solo eso: también deben saber escuchar cuáles son las
necesidades de sus audiencias, ya que, en palabras de
uno de los participantes, “a veces uno piensa una cosa,
pero si no tomás en cuenta la opinión de tus clientes,
estarías tomando una mala decisión, que pueda ir en
contra de lo que la gente espera de vos”.
Los jóvenes coinciden con los adultos en términos de
informar con la verdad, pero también añaden otras
particularidades propias del consumo (des)informativo
actual. Para ellos, es sumamente importante que el
periodismo abandone la economía del clickbait, basada
en el sensacionalismo, la ausencia de información clave
y la tropicalización del contenido presentado en el
ecosistema digital, pues una de las participantes estipuló:
“Podría entender que es un asunto de empatía, pero
pierden la seriedad del asunto (…). Al querer adaptarse
a un nuevo mundo, se están quitando su credibilidad”.
Para contrarrestar eso, se debe abogar por volver a los
fundamentos del ejercicio periodístico, donde, para
una de las participantes, “las personas lo hacían por
pasión, por querer entregarte una noticia que te aporte y
conozcas todo, ya que vos no podés andar por ahí. Ese es
su trabajo, ahora se ha perdido”.
16 Periódico digital que cuenta con 10 años de fundación en
El Salvador. Para la plataforma de análisis de cuentas en redes
sociales, Socialbakers (2019) es uno de los cuatro medios más
inuyentes en la red social Twitter.
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Abierta · Edición 13 · 2019 · Omar Luna
94
¿Qué podría hacer el periodismo para darle la vuelta a
la (des)información? En primer lugar, la periodista de
Revista Factum, Jessica Ávalos, considera que se vuelve
necesario poner el método bajo la lupa, de tal forma
que se pueda entender qué se está haciendo bien o
dejando de hacer para combatir a la (des)información.
Esto implica el cuestionamiento, las veces que sea
necesario, de la forma y fondo de construcción de
las piezas periodísticas, en aras de que se entreguen
insumos de calidad para las audiencias. Sobre todo, por
un contexto en el cual, al igual que uno de los cuentos
cortos más famosos de la historia17, “estábamos tan
entretenidos los periodistas en los temas que estamos
trabajando, que no habíamos dedicado la energía
suciente para tratar de contrarrestar esto y de repente
‘¡ya está aquí!’”.
Por otro lado, si la nalidad de las personas y unidades
dedicadas a la vericación de información apunta a la
generación del conocimiento mediante la investigación
y profundización de hechos recogidos en declaraciones
públicas, cuyos efectos impactan en la vida de los
demás (Elizabeth, citada en Vizoso y Vásquez, 2018),
las lógicas y dinámicas de la (des)información actual
demandan que estos se instauren fuera de los medios
de comunicación. Eso desdibujaría cualquier insinuación
de que los medios estén desacreditándose entre sí
y permitiría, en palabras de la periodista de Revista
Factum, Jessica Ávalos, la consolidación de una
“instancia que, además, serviría de herramienta para
reforzar el trabajo de los medios”. Ejemplos bastan y
sobran alrededor del mundo, acuerpados por la Red
Internacional de Fact-Checking del Instituto Poynter,
como PolitiFact (Estados Unidos), Animal Político
(México), Chequeado (Argentina), entre otros18.
De igual forma, los vericadores de información
requieren de una formación que les permita tener las
habilidades, competencias y herramientas necesarias. En
palabras de Mark Stencel (citado en Vizoso y Vásquez,
2018, p. 132), “la capacidad de adaptación es, por tanto,
una característica intrínseca y fundamental en su trabajo
diario, pues debido a la diversidad de temas y actores
y a la complejidad de estos es necesaria una constante
adquisición de conocimientos”. Esto, por ende, podría
generar una (re)plicación de conocimientos en las
metodologías de trabajo periodísticas, de tal forma que,
para la periodista de Revista Factum, Jessica Ávalos, se
podría solucionar el problema de que “en las mismas
redacciones ni los mismos periodistas saben distinguir
un contenido falso (…). Si vos aspirás a que tus lectores
estén alfabetizados o estén conscientes de cómo
detectar contenido falso, empezamos mal si dentro de la
organización hay gente que no es capaz de hacerlo”.
Finalmente, Lilian Martínez, editora de Focus Data,
la unidad de datos de EDH, enunció una serie de
esfuerzos que está llevando a cabo el periódico para
el cual labora con la nalidad de escuchar más las
necesidades de las audiencias; entre ellos, la creación
de espacios como Correcciones y Ampliaciones, con
los cuales “le decimos a los lectores que nos manden
un correo electrónico, que nos cae a todos los editores,
cuando hemos publicado alguna información errónea
o que necesita explicación”. Sumado a ese primer
paso para enriquecer la esfera pública, también han
implementado una serie de esfuerzos colaborativos
con sus lectores encaminados a la construcción de
bases de datos y visualizaciones, relacionados con
temáticas de interés para ellos.
En cuanto a los entornos, los adultos consideran que,
tanto los ofrecimientos como los usuarios, deben tener
un papel crucial en premiar lo que va bien y castigar
lo que va mal. Sobre esa base, la mayoría de ellos
considera que los usuarios pueden ayudar a los medios
denunciando quiénes son los artíces (des)informativos
en el ecosistema digital. Eso les restaría una
credibilidad tal, que la gente se lo pensaría dos veces
antes de consumir y difundir una pieza de tal índole.
Aunado a eso, una de ellas recalcó la importancia de
la regulación en los entornos tradicionales y digitales
para combatir la (des)información, pues “si no hay
reglas escritas, se dice lo que quiere. Pero si vas a mal
informar o a juzgar, sería bueno que existiesen leyes
o una regulación. Así como la tienen los periódicos
cuando alguien no dice la verdad”.
17 “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, Augusto
Monterroso (1959).
18 Ver Ifcncodeofprinciples.poynter.org (s. f.) Veried signatories
of the IFCN code of principles. Recuperado de https://
ifcncodeofprinciples.poynter.org/signatories
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95“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
19 Ver Weidenslaufer, C. (2019). La regulación de las “fake news” en
el derecho comparado. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile |
Asesoría Técnica Parlamentaria.
20 Ver la noticia: Elsalvador.com (2019, marzo 23). Acosadores
digitales bajaron editorial crítico de la UCA. Recuperado de https://
www.elsalvador.com/noticias/nacional/acosadores-digitales-
bajaron-editorial-critico-de-la-uca/578212/2019/
Desde su fundación, algunas de las plataformas
digitales en las cuales interactúan los usuarios con los
insumos (des)informativos establecen una serie de
políticas, una especie de “reglas de la casa” con las
cuales se busca generar lineamientos para una sana
convivencia en digital de las personas. Sin embargo,
hasta 2017 comenzaron a visibilizarse una serie de
regulaciones de facto sobre el ecosistema digital. Entre
ellas, la aprobación del parlamento alemán de una ley
contra la publicación, en redes sociales, de discursos
de odio, pornografía infantil, artículos relacionados
con el terrorismo e información falsa (conocida como
NetzDG)19. Aunado a eso, el escándalo de Cambridge
Analytica en 2018 y las comparecencias mediáticas
del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, ante el
congreso norteamericano, generaron “preocupación”
de las plataformas digitales por combatir la (des)
información.
Sobre esa base, algunos de estos entornos no solo
procedieron a contratar editores para curar los insumos
que circulaban en ellos, sino también invitaban a los
usuarios a denunciar cualquier tipo de contenido
que consideren falso. Para Lilian Martínez, editora de
Focus Data, la unidad de datos de EDH, este fenómeno
conlleva un grave peligro, pues los usuarios no saben
identicar claramente un insumo (des)informativo,
razón por la cual “podríamos pagar los platos rotos
aquellos que sí hacemos periodismo. Que porque
no les gusta lo que publicamos, van a decir que son
noticias falsas”. Sumado a eso, la periodista de Revista
Factum, Jessica Ávalos, no entiende cómo “están
dejando que estos sitios vayan navegando y creciendo.
Por un lado, soy capaz de regular contenidos y, por
otro, no puedo cortar a los creadores de información
falsa. Es bien conveniente que algunos sí y otros no”.
Esto, por ejemplo, se evidenció cuando Facebook
bajó de su plataforma un editorial de la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en el que
se cuestionaba qué se podía esperar de la gestión
presidencial de Nayib Bukele, a raíz de una serie de
denuncias realizadas por usuarios en dicha red social20.
Ahora bien, los jóvenes concuerdan con los adultos en
torno al establecimiento de criterios e involucramiento
de las audiencias en los entornos. Sobre esa base, los
medios de comunicación pueden establecer criterios
de forma y fondo, brindando facilidades para que los
usuarios puedan diferenciar un contenido falso del
que no lo es. Eso, en palabras de uno de los jóvenes,
permite discernir el hecho de que “todo está escrito
por alguien que de verdad tuvo la paciencia de
poder analizar y condensar todo en un solo ensayo
para poder compartirlo”. Además, la complicidad
de las audiencias puede coadyuvar a combatir los
entornos (des)informativos en la medida que pueden
acompañar esfuerzos de los medios, que devuelvan
su credibilidad, pues, según una de las jóvenes, “sería
chivo que pusieran cómo fue el proceso, algo que
nadie sabe. A la gente le gusta saber lo que pasa
detrás y no solo el resultado nal”.
Existen otros elementos con los cuales se puede
lograr el apoyo de la audiencia. Para el periodista
independiente y vericador de noticias, Rodrigo Baires
Quezada, se vuelve necesario identicar cuáles son los
usos y graticaciones involucrados en el consumo (des)
informativo. Bajo esta perspectiva, se puede generar
una serie de inversiones organizadas, ya sea de una
red de medios, instituciones educativas, académicas,
de sociedad civil, entre otras, que permitan acompañar
cualquier esfuerzo periodístico que pueda hacer un
frente unido frente a la creciente amenaza de la (des)
información, así como un papel más activo de los
lectores, quienes están en la potestad de exigir cada
vez más piezas periodísticas de calidad para tomar
decisiones clave en su vida cotidiana. De esta forma, se
garantiza que los usuarios pueden ser una solución y
no un problema al compartir información.
El entendimiento del contexto, además, permite adaptar
todas las herramientas y metodologías necesarias
para generar relaciones de cercanía, entendimiento y
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familiaridad de los usuarios con las lógicas y dinámicas
bajo las cuales se diseñan y se construyen insumos
informativos actualmente. Sobre todo, para desdibujar
tipicaciones en torno a ellos, bajo las cuales, según las
apreciaciones de Johannes Meltzer, director regional
de la DW Academy para Centroamérica, México y el
Caribe, “puede parecer banal, tipo ‘si esto lo sabe
cualquiera. Pero nos damos cuenta en las redes y
comentarios, que no es de conocimiento general
(…). Necesitamos tener una cierta cercanía [con los
usuarios]. Tener una cercanía hacia lo digital es clave”.
Finalmente, la periodista de Revista Factum, Jessica
Ávalos, plantea un reto para todos los profesionales del
periodismo y la comunicación que buscan desmontar
el monstruo (des)informativo actual: “¿Qué vamos a
hacer? ¿Vamos a dejar que esto crezca (…) o vamos
a poner nuestras ganas para detenerlo? Creo que
debemos apostarle más a lo segundo para no seguir
navegando solos e indiferentes hacia esto que nos
daña la profesión, tratando de colaborar entre todos
para detenerlo”.
V. Conclusiones
Tal como se contempla en el gráco anterior, producto
de la codicación selectiva de los resultados obtenidos
del análisis de datos, se pueden establecer las
siguientes conclusiones:
1. Sin importar el nivel educativo, económico o
social, el monstruo (des)informativo permea
variables internas y externas de las interacciones
sociales signicativas de los usuarios en los
entornos digitales. A escala interna, se aprovecha
del analfabetismo mediático e informacional
de las personas para debilitar paulatinamente
un consumo informativo responsable de una
ciudadanía crítica que pueda discernir claramente
cuál son los matices de verdad y mentira presentes
en los insumos que transitan en dichos contextos.
2. Esto, además, trae como consecuencia el
establecimiento de un ltro burbuja que enardece
la polarización de las opiniones que valida los
puntos de vista anes a los usuarios y censura los
divergentes, valiéndose de la puesta en marcha de
Figura 7: Esquema de codicación selectiva de los
grupos focales y entrevistas con especialistas
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97“¡Ya está aquí!”. El monstruo de la (des)información en El Salvador asciende: retos, alcances y posibilidades de la alfabetización mediática e informacional
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una diversidad de sesgos, anes a la ideología, la
verdad, la cognición y la conrmación.
3. A escala externa, se robustece con un ecosistema
digital, que apuesta por el desmoronamiento
de la esfera pública para enaltecer ambientes
de hostilidad e intolerancia, donde se premia
la emocionalidad sobre la racionalidad y la
vericación pragmática de los hechos. Además, el
doble rasero del combate (des)informativo de las
principales plataformas favorece una información
curada por un algoritmo digital por encima de
aquella que haya sido confeccionada bajo criterios
editoriales tradicionales.
4. Dichas condiciones favorecen un modelo
de negocios rentable que permite idear e
implementar unas estrategias y tácticas que
favorecen la circulación de información falsa. Esta
logra camuarse en plataformas digitales en las
cuales los usuarios se ven expuestos a dinámicas de
sobresaturación y agilidad informativa, que se prestan
a un consumo replicativo, cuyo cuestionamiento vaa
según el grado de interés y proximidad que los
prosumidores tienen hacia la temática vertida en
dichos insumos.
5. Así, los usuarios tienen un doble rol en el consumo
de información. Por un lado, pueden engrandecer
la problemática (des)informativa al ser parte
(voluntaria o no) de este tipo de lógicas. Por otro,
pueden contrarrestarla al tener claras una serie de
competencias propias del ejercicio periodístico,
traducidas en la vericación de información que
genera una garantía de conanza en la calidad
informativa de los diferentes insumos que
consultan en los entornos digitales.
6. Al generar esta traslación de competencias, se
puede exigir una mejora sustancial del ejercicio
periodístico en sus metodologías de trabajo.
Así, se podría coadyuvar a la recuperación de la
credibilidad periodística que no solo debe lidiar
con la crisis de los medios de comunicación,
también debe revisarse en torno a la ausencia de
cuestionamientos hacia el discurso público y ciertas
licencias para vericar información en parte de las
piezas periodísticas que publican. Esto, por ende,
desemboca en una deslegitimación del ocio por
parte del propio gremio y del entorno digital mismo.
7. Este tipo de cuestionamientos no solo recae en
los usuarios, sino que demanda a los periodistas
una auditoría interna y externa que les permita
revisar la forma en la cual están trabajando. De
esta forma pueden ejercer un mea culpa que les
permita reconocer sus debilidades y fortalezas;
además, pueden apostar por una reinvención del
ocio, tomando en cuenta las necesidades de sus
audiencias.
8. (Re)pensarse (o no) desembocaría en una serie
de consecuencias positivas y negativas para
contrarrestar el monstruo (des)informativo. Por un
lado, garantizaría el establecimiento de una cultura
colaborativa que garantizaría el establecimiento de
las sinergias necesarias con iniciativas ciudadanas
que contribuyan a la vericación de la información.
Y, por el otro lado de la moneda, se podría abogar
por la instauración de personas y unidades
especializadas en la vericación de la información.
9. Este tipo de apertura de espacios generaría
un ecosistema virtuoso que facilitaría la
implementación de metodologías, anes a la
alfabetización mediática e informacional. Así, se
podrían tener todas las condiciones necesarias,
anes a los contextos de los usuarios, que les
permitan (des)aprender la forma en la cual utilizan
el contenido. De esta forma se podría robustecer
un consumo informativo responsable, basado en el
cuestionamiento y vericación del contenido, y en
el ejercicio del debate y tolerancia crítica que tanto
se necesita dentro y fuera de internet.
10. No hacerlo, por ende, implicaría la consolidación
del monstruo (des)informativo, lo cual
desencadenaría una rutinización de la (des)
información dentro y fuera de los contextos
digitales, una agudización de la autoexclusión,
producto de la implementación de los ltros
burbuja, y un fortalecimiento del analfabetismo
mediático e informacional de los usuarios dentro y
fuera de internet.
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