“LIKE” A LA VIOLENCIA SELECTIVA
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© Escuela de Comunicación Mónica Herrera
Análisis del discurso sobre pandillas a través de los
comentarios de lectores en el Facebook de periódicos
digitales salvadoreños
WILLIAN CARBALLO
1
Resumen:
Las redes sociales han facilitado a ciudadanos con acceso a
nuevas tecnologías la posibilidad de expresarse y encarar a
sus líderes políticos. A través de Facebook y otros canales,
los lectores de periódicos pueden exponer sus opiniones
sobre los temas que más los afectan. Ese tópico, en El
Salvador, apunta a la violencia generada por las maras o
pandillas. Estas bandas han entrado en una espiral de
violencia contra las autoridades estatales en la que sus
miembros y los militares/policías se desafían y matan entre
sí casi a diario. Este texto analiza el discurso de los
ciudadanos sobre dicho problema, reflejado en los
comentarios a noticias sobre el homicidio de militares y de
presuntos pandilleros –cuyos supuestos autores en uno de
los casos fueron captados por cámaras de videovigilancia–
publicados en el muro virtual de los principales medios de
comunicación nacionales.
Se trata de un discurso que dibuja el deseo de la mayoría
de internautas por acabar con la violencia a través de más
violencia, la cual justifican y hasta les causa regocijo,
siempre y cuando el que la sufra sea el marero. Una
narrativa que, además, es coherente con los relatos
periodísticos, que han incitado al miedo, alentado la
represión militar como solución y han establecido a las
pandillas como enemigo único de la sociedad.
Abstract:
Social media has made it possible for citizens to have
access to new technologies which give them the
opportunity of expressing themselves and face off their
political leaders. Through Facebook, as well as other
similar channels; hence, newspaper readers are able to
share their opinions on the issues which affect them the
most. This subject, in El Salvador, tends to gravitate mostly
towards gang generated violence. Said criminal groups
have started a whirlwind of violence against state
authorities, in which every day gang members and
1
Coordinador de investigación institucional de la Escuela de Comunicación
Mónica Herrera. Investigador, catedrático y periodista salvadoreño, especializado
en cultura popular, medios de comunicación y violencia juvenil. Es máster en
Comunicación y licenciado en Comunicación y Periodismo.
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“LIKE” A LA VIOLENCIA SELECTIVA
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 9
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soldiers/police confront each other, while both sides suffer
casualties almost also on a daily basis. This text analyzes
what the average citizen thinks about this particular subject
matter, as reflected in the comments section on a news
article reporting the death of both soldiers as well as
presumed gang members – whose alleged perpetrators in
one of the cases were filmed by video surveillance –
published on the virtual wall of one of the most renowned
media outlets in the country. These comments show the
prevailing wish from the majority of internet users to stop
violence through more violence, something they tend to
justify and is even a cause for joy, so long as said violence
is suffered by the gang member. This behavior also tends
to coincide and be coherent with the prevailing journalistic
narrative that generally tends to provoke fear, promote
military repression as a solution to the problem and has
clearly positioned gangs as society’s number one enemy.
El muro que va más allá de los lamentos
Se le llama “muro”, pero lo que ahí se escribe no son solo
lamentaciones. La tarde del 21 de junio de 2015, por ejemplo
–minutos después de que los medios digitales salvadoreños
informaban del asesinato de dos militares supuestamente a
manos de presuntos pandilleros que fueron grabados por
cámaras de vigilancia mientras huían–, los muros de
Facebook de los principales diarios de noticias se llenaron de
opiniones de cientos de lectores sobre ese hecho. “Por esos
militares caídos deberían de matar unos 10 mareros
2
, a ver si
quieren seguir jodiendo”, decía un usuario de la red social en
el post de uno de los periódicos. “Maten a los pandilleros y
sus familias para limpiar el país”, rezaba otro internauta.
La creciente agudización de la violencia a causa de pandillas
en el país (Carballo, 2015; Hernández, 2015) y el surgimiento
de un ecosistema de medios digitales que facilita contenidos,
su difusión y el involucramiento de los ciudadanos (Ricaurte,
2013), ha permitido un aumento considerable de
participación de los miembros de la sociedad con acceso a
estas tecnologías en la discusión sobre cómo encarar dicho
problema de inseguridad. Ahora no solo los periodistas y
analistas en los programas de opinión de los medios
hegemónicos (Carballo y Pérez, 2013) emiten valoraciones.
Hoy también hombres y mujeres “comunes” participan,
desde sus cuentas de Facebook, Twitter y otras redes
sociales, en la cualificación del problema y en la búsqueda de
posibles soluciones.
Estas expresiones proliferan aún más cuando se trata de
noticias como el asesinato de militares o el hallazgo de varios
supuestos pandilleros sin vida. Además, el aumento de
cámaras de vigilancia le ha permitido a los medios contar con
imágenes inéditas donde se ve a presuntos homicidas, las
cuales son incluidas como parte de las notas periodísticas y
despiertan comentarios entre los usuarios digitales, quienes
fácilmente pueden acceder a ellas en sus computadoras o
teléfonos. ¿Qué discursos surgen en estas nuevas
plataformas? ¿Qué relatos construyen desde una pantalla
estos ciudadanos que, como señala Ricaurte (2013),
encontraron en las redes sociales una manera de comunicarse
y encarar a sus líderes políticos que antes no tenían?
Esta investigación busca precisamente sacar a la luz ese
discurso. A través del análisis de los comentarios posteados
en noticias sobre pandilleros en el Facebook de cuatro de los
principales medios presentes en esa red social, se plantea
como objetivo descubrir las narrativas que la población con
acceso a estas redes construye en torno a las maras y sus
miembros, en casos en los que los periódicos publicaron
capturas de videos tomadas por cámaras de seguridad o por
la Policía misma. Se trata, pues, de un estudio exploratorio
que pretende ser un primer pulso para medir la temperatura
de la sociedad conectada a internet en torno a un tema que,
según el 59% de la población, es la primera preocupación del
país: la inseguridad (LPG Datos, 2014).
De igual forma, busca establecer la relación existente entre el
discurso de las audiencias y el periodístico, analizado por
otros autores previamente.
En la actualidad, no existe registro de estudios que indaguen
esta manifestación de la violencia desde ese ángulo. La
mayoría de investigaciones relacionadas con las maras son
trabajos que buscan describir su funcionamiento y analizar sus
causas (Santacruz y Cruz, 2001; Cruz, Carranza y Santacruz,
2004), su mutación a actores políticos (Hernández, 2015), las
respuestas de los gobernantes en turno (Dudley y Pachico,
2013; Aguilar, 2006) o el impacto de estas medidas en la vida
cotidiana de municipios concretos (Carballo, 2015).
17II
2
Pandilleros y mareros son usados en este texto como sinónimos, pues “mara” es
el nombre común con el que se conoce a las pandillas en El Salvador.
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Mientras que otra gran vertiente de los estudios relacionados
con pandillas tiene que ver con el discurso de los medios de
comunicación en las notas periodísticas sobre maras
(Marroquín, 2007; Martel, 2007; Marroquín y Vázquez, 2014).
El presente texto, en cambio, se centra en las percepciones
de los lectores sobre el fenómeno. Para lograr el objetivo, se
recurrió a métodos cualitativos, concretamente al análisis de
contenido en medios virtuales. Como cuerpo de estudio, se
seleccionaron dos noticias que cumplieran con dos criterios.
El primero, que representaran hechos recientes de violencia
en el que se narrara, por un lado, el asesinato de pandilleros
y, por el otro, el de policías o militares; de tal forma que se
pudiera ver la reacción en casos opuestos. Y dos, que tras una
primera incursión se detectara una alta interacción de la
población en los comentarios sobre dichas informaciones en
las redes sociales.
En ese sentido, se escogieron las notas sobre los siguientes
acontecimientos: la filtración de imágenes de supuestos
pandilleros asesinados en lo que las autoridades llamaron un
enfrentamiento con policías (11 de junio de 2015) y el
asesinato de dos militares en una terminal de buses, el cual
incluía la publicación de imágenes de los presuntos
pandilleros homicidas que huían del crimen, captadas por
cámaras de videovigilancia (21 de junio de 2015). Los
comentarios analizados corresponden a las noticas sobre
estos hechos en los muros de Facebook de los cuatro
periódicos en versión digital más leídos del país, de acuerdo
a datos de 2015 del sitio de cibermetría alexa.com: El Diario
de Hoy (o elsalvador.com), La Prensa Gráfica, El Blog y La
Página. En el caso de los pandilleros asesinados, se tomaron
en cuenta los “post” en El Blog y La Página, pues estos
medios publicaron las fotos de los cadáveres de forma
explícita. La otra noticia se dejó para los dos restantes
periódicos. Se analizaron los comentarios subidos en los días
inmediatos al evento, hasta las primeras 400 opiniones
emitidas o, en su defecto, la totalidad de ellas si la cifra no
alcanzaba ese número. En todos los casos, salvo en El Blog, la
cantidad total de participaciones rondaba las 500 (a veces
más, a veces menos), por lo que la muestra seleccionada se
consideró suficiente para obtener el discurso. El resumen de
estos datos se puede apreciar en la siguiente tabla.
18II
TABLA 1
Distribución de comentarios analizados por noticia en
cada medio
Noticias cuyos
comentarios
fueron analizados
Facebook
La Prensa
Gráfica
Facebook
El Diario
de Hoy
Facebook
La Página
Facebook
El Blog
TOTAL
1. Filtran imágenes de
pandilleros asesinados
en enfrentamiento con
policías, en el
departamento de
Cuscatlán (11 de junio
de 2015)
2. Asesinan a dos
militares en terminal de
buses de San Salvador
y cámaras de vigilancia
captan a pandilleros
mientras huían del
crimen (21 de junio de
2015)
400 400
400 96 496
800
1296Total de comentarios
Fuente: Elaboración propia
El análisis se basó en la Teoría Fundamentada (Glaser y
Strauss, 1967). Esta pasa por tres etapas: codificación abierta,
axial y selectiva. En la primera se establecieron conceptos en
los cuales se encasillaron los mensajes de los usuarios, los
que luego se agruparon en categorías. En el caso de la
noticia sobre el homicidio de los supuestos mareros, la
codificación incluyó los siguientes aspectos en los cuales se
clasificó cada comentario: dios es la solución, crítica a
medios, regocijo por la noticia, necesidad de extermino de
pandilleros, crítica a políticos y crítica a lectores por celebrar.
Mientras que en la nota sobre los militares asesinados,
fueron: medidas a tomar contra pandilleros, crítica a políticos,
crítica a los militares mismos y contra policías, crítica a
medios, crítica a padres, dios como solución y crítica a
ciudadanos. En la segunda etapa, los conceptos encontrados
se reordenaron en nuevas categorías que permitieron avanzar
en el proceso. En la última, todo se resumió en una o dos
grandes categorías que dictan el discurso del texto analizado.
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Un “historial” necesario sobre las maras salvadoreñas
Como lo asegura Hernández (2015, p. 3): “Es importante no
reducir la violencia en el país a la actividad de las pandillas,
pero sí reconocer que estas se han convertido en parte
sistemática de la violencia salvadoreña”.
Una pandilla se define en la literatura clásica como un grupo
diverso originado de forma espontánea que se caracteriza
por moverse como una unidad, tener conflictos con otros
grupos y planificar sus acciones; esto dentro de una
estructura interna definida, en un ambiente de solidaridad
entre sus miembros y dentro de un territorio concreto
(Thrasher, 1927, p. 57, en Rodgers, 1999).
En El Salvador, los académicos identifican dos tipos de
pandillas o maras: las estudiantiles (cuyos miembros asisten
juntos a la escuela) y las de calle, que ejercen control en
barrios y comunidades específicas (Cruz y Santacruz, 2001).
Según Tager y Aguilar (2013, p. 5), estas últimas fueron las
que se desarrollaron hasta convertirse en “bandas criminales
que cometen crímenes de diferente naturaleza”.
Según Argueta (1991), las primeras agrupaciones de este tipo
surgieron en El Salvador en la década de 1980, como
versiones primitivas de las que conocemos hoy en día. Sin
embargo, el fin de la guerra civil salvadoreña, en 1992, marcó
su multiplicación y transformación (Cruz, 2005; Hernández,
2015). Acabado el conflicto –que había obligado a muchos
salvadoreños a migrar hacia Estados Unidos–, el gobierno de
este país norteamericano aumentó las deportaciones de
ciudadanos de El Salvador con antecedentes penales. Estos
importaron esa cultura. Y una vez que estuvieron de vuelta en
Centroamérica, encontraron nuevos adeptos en jóvenes que
vivían en pobreza y en una sociedad que los excluía. Es como
resultado de estos desarrollos socio-históricos que, de
acuerdo a Cruz (2005), las pandillas o maras proliferaron.
En la actualidad, en El Salvador hay dos bandas principales:
MS-13 y Barrio 18, esta última fracturada los últimos años en
Sureños y Revolucionarios debido a problemas internos de
sus miembros (El Faro, 2015). El Gobierno central calcula que
existen unos 60 mil pandilleros. A ellos hay que sumar una red
de apoyo conformada por padres, esposas y hermanos, que
podrían ampliar la cifra hasta 400 mil personas (Tager y
Aguilar, 2013). Los miembros de ambas agrupaciones
dominantes se pelean entre sí por el control de territorios y
obtienen dinero gracias a la extorsión, también conocida
localmente como “renta”
3
.
Gobiernos de diferentes ideologías han adoptado medidas
para combatir este problema. Los presidentes de la República
que llegaron al poder bajo la bandera de la derechista
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) apostaron, entre
2003 y 2009, por medidas de choque, a través de estrategias
como el Plan Mano Dura y el Plan Supermano Dura que,
acompañadas de leyes coercitivas, tenían como finalidad
principal la represión policial y militar. A pesar de estas
acciones, la violencia y el crimen siguieron aumentando
(Tager y Aguilar, 2013), pues la captura masiva de pandilleros
superpobló las cárceles, donde sus líderes continuaron
emitiendo órdenes a través de celulares ingresados vía
contrabando.
En 2012, ya en el primer gobierno de izquierda en El Salvador,
encabezado por el presidente Mauricio Funes (del partido
FMLN), líderes de la MS-13 y del Barrio 18 establecieron un
pacto, conocido como “tregua”. Bajo este entendimiento,
acordaron un cese de las hostilidades entre las dos bandas y
se comprometieron a reducir el número de homicidios. A
cambio, solicitaron que el Gobierno garantizara sus derechos
básicos y mejorara las condiciones para los miembros
detenidos en los penales, así como el cese de la persecución
y del acoso a los familiares de los miembros de pandillas
(Tager y Aguilar, 2013). En efecto, 30 líderes dejaron la cárcel
de máxima seguridad. En los meses inmediatos, el número de
homicidios diarios se redujo de 12 a un promedio de 5.5 (El
Faro, 2012).
19II
3
La “renta” o extorsión es un monto económico que las pandillas exigen a
comerciantes a cambio de supuestamente protegerlos y no atentar contra ellos.
La cantidad varía según el tamaño de la empresa.
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Cambios de funcionarios en el gabinete de Seguridad de
Funes
4
debilitaron el proceso. Un nuevo ministro de
Seguridad eliminó algunos de los privilegios que se habían
concedido a los líderes de las bandas y estas respondieron
con una ola de asesinatos que devolvió la tasa de homicidios
a donde estaba antes del pacto.
En 2015, el nuevo presidente del país desde 2014, Salvador
Sánchez Cerén, siempre del FMLN, rompió de forma
definitiva el proceso (El Faro, 2015). Esto desató una nueva
escalada de violencia por parte de las pandillas, que incluyó
el incremento de asesinatos de policías y militares
5
. Dichas
acciones desencadenaron la respuesta de ambos cuerpos
armados estatales a través del asesinato de mareros. El
resultado de esta coyuntura es que, hasta junio de 2015, las
cifras de homicidios se habían disparado a más de 20 por día.
El discurso periodístico sobre las pandillas
Como se mencionaba en la introducción, la academia ha
centrado varios de sus esfuerzos en estudiar la forma en que
los medios de comunicación salvadoreños y
centroamericanos en general comunican el tema de las
pandillas y las estrategias de sus gobiernos para combatirlas
o prevenirlas.
La publicación “Indiferencia y espantos: relatos de jóvenes y
pandillas en la prensa escrita de Guatemala, El Salvador y
Honduras” (Marroquín, 2007) concluye que los medios
reproducen el discurso oficial que dicta que las pandillas son
el enemigo a vencer y que, por lo tanto, los gobiernos que
luchen contra ellas merecen la aprobación. Este discurso se
magnifica en períodos electorales.
Un componente fundamental del relato sobre las maras es
el efecto mediático positivo que implica para los políticos
el miedo generado por las pandillas. ¿Qué mejor receta
para el éxito político que difundir y exacerbar la sensación
de inseguridad y el miedo a las pandillas? Los medios de
comunicación reproducen este discurso, útil a los políticos
(Marroquín, 2007, p. 88).
Este planteamiento es coherente con el pensar de Bauman
(2004), quien sostiene que siempre han existido grupos que
posibilitan la implantación del miedo en la sociedad.
Martel (2007) explica que en El Salvador ese rol lo han
cumplido primero los indígenas, después los comunistas y
ahora las maras.
Por su parte, en “Las pandillas salvadoreñas, las nuevas
formas de terror y control social”, Martel (2007) viajó a través
de los imaginarios comunicados sobre estos grupos. El
resultado: de nuevo, las narraciones periodísticas contribuyen
a la percepción de miedo, pues señalan a las maras como las
causantes de la inseguridad en el país y las metaforiza como
un cáncer que hay que extirpar. También plantea que los
medios contribuyen a crear una identidad colectiva a las
pandillas que borra cualquier rastro individual; y que suelen
recurrir a contar historias de personajes emblemáticos, como
líderes o pandilleros involucrados en crímenes que
conmocionaron a la sociedad. La autora lo resume así:
DIAGRAMA 1
El discurso de los medios de comunicación sobre las
pandillas, según Martel
20II
4
Funes aseguraba que la reducción de homicidios se debía a la efectividad
policial y siempre negó ser el gestor de la tregua, a pesar de que algunos de sus
hombres de confianza confirmaron que su Gobierno sí fue un facilitador de la
misma (El Faro, 2013). El cambio de ministro lo ordenó la Corte Suprema de
Justicia, pues militares no podían estar al frente de la seguridad. Un general era el
funcionario a cargo esos días.
5
Se registra que 58 agentes policiales fueron asesinados hasta mediados de
diciembre de 2015 (El Diario de Hoy, 2015).
Categorización
y uso de
metáforas: son
un cáncer
Visibilidad de
personajes
emblemáticos
Relato dominante
Las maras son las
causantes de la violencia
en el país (región)
Creación de rasgos de
identidad colectiva:
desaparece la identidad
individual
Fuente: Martel (2007).
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 9
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Por su parte, “Entre gritos y silencios. La narrativa de la
prensa salvadoreña sobre la tregua entre pandillas”
(Marroquín y Vázquez, 2014) muestra los relatos que sobre
estos grupos y sobre el proceso pactado en 2012 se cuentan
en los principales medios escritos. De acuerdo a sus
hallazgos, la cobertura periodística ha perpetuado un clima
de miedo y ha situado a las pandillas como enemigo único de
la seguridad pública en el país, al mismo tiempo que ha
mantenido una imagen más bien positiva del incremento de
efectivos militares para controlar a las pandillas. De esta
manera, también se minimizan o borran otros problemas
igualmente generadores de inseguridad, como el
narcotráfico, la violencia doméstica o la corrupción.
Las redes sociales como plataformas de debate
Vivimos tiempos en los que los avances en la comunicación se
han vuelto determinantes. De acuerdo con Ricaurte (2013), el
grado de desarrollo de las tecnologías de la información y la
comunicación y la nueva era de la red interactiva son factores
que han permitido técnicamente una participación más activa
de los ciudadanos en la esfera social. Ricaurte asegura que
contextos sociales, culturales y económicos como los de
muchos países latinoamericanos facilitan la popularización de
esos nuevos medios como formas alternativas de expresión
que contrapesen a los canales hegemónicos.
Un ejemplo de esos contextos que esta autora señala son los
oligopolios mediáticos. La concentración de la propiedad de
las empresas informativas en pocas manos privadas en países
como El Salvador ha generado el control de la información
por parte de un reducido número de familias de gran poder
económico, lo que a su vez merma la participación de las
grandes mayorías –pero también de minorías excluidas– y
restringe el goce pleno del derecho a la libertad de expresión
(Carballo y Pérez, 2013). Las nuevas tecnologías, sin embargo,
han venido a romper algunos de esos esquemas.
Como respuesta a esta coyuntura, un grupo de internautas
(jóvenes, urbanos, educados, nivel socioeconómico
medio/alto) ha demostrado capacidad y eficiencia en la
apropiación de herramientas tecnológicas para la creación
y consolidación de redes ciudadanas que a través del uso
de la tecnología y de las posibilidades de la red
participativa e interactiva buscan abrir los espacios que no
les ofrece el mundo físico: visibilidad, discusión de
agendas sociales ciudadanas, difusión de la información
que se encuentra al margen de los medios electrónicos,
organización y promoción de acciones que impacten en
políticas públicas y legislaciones (Ricaurte, 2013, p. 141).
Una de las piezas esenciales en este rompecabezas de las
tecnologías de la información y la comunicación son las redes
sociales. Según Garton (1999, p. 75; en Ricaurte, 2010), una
red social es un conjunto de personas (u organizaciones u
otras entidades sociales) conectadas por una serie de
relaciones sociales tales como amistad, trabajo o intercambio
de información. Galindo (2013), citando la definición de Dana
Boy y Nicole Ellison, define a las redes sociales en la web
como aquellos servicios que permiten a los individuos
construir un perfil público o semipúblico dentro de un
sistema delimitado, articular una lista de usuarios con los que
comparten una conexión y ver y recorrer su lista de
conexiones y aquellas hechas por otros dentro del sistema.
Facebook es la reina de las redes sociales. De acuerdo a la
misma página, se trata de un servicio social que conecta a la
gente con amigos y con otros que trabajan, estudian y viven
cerca. De acuerdo a Owloo, sitio especializado en
cibermetría, hasta junio de 2015 existían 2.7 millones de
usuarios salvadoreños en esta red.
Aunque autores como Galindo (2013, p. 33) señalan que los
usuarios de Facebook lo utilizan de una forma “básicamente
lúdica, de placer”, lo cierto es que en los últimos años esta
plataforma ha facilitado formas de expresión que van más allá
del comentario amistoso. Ricaurte, por ejemplo, concluye que
Facebook es un sitio de red social que a través de sus
aplicaciones permite no solo la expresión de la afectividad, la
construcción de la identidad y la imagen y el establecimiento
de contactos, sino también “el intercambio de información y
la organización civil” (Ricaurte, 2013, p. 75).
21II
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Esta visión concuerda con la que Berlanga, García-García y
Victoria (2013) concluyeron en un estudio sobre la retórica en
Facebook: el discurso de los usuarios de las redes sociales
está pleno de figuras retóricas que generan pensamiento,
diálogo y comunicación más eficaz.
Bajo esa lógica, los comentarios publicados en Facebook
alrededor de noticias sobre un tema tan importante como el
accionar de las pandillas representan un nuevo y valioso
discurso que vale la pena analizar.
Cuando los críticos de la violencia le dan “like” a la
violencia: resultados de la investigación
El salvadoreño está harto de la violencia. Por eso pide recurrir
a ella para vivir en paz. Suena contradictorio, pero ese
discurso es uno de los principales hallazgos del análisis de los
casi 1300 comentarios entre las dos noticias analizadas (el
homicidio de dos militares por presuntos pandilleros
captados en imágenes mientras huían y el hallazgo de seis
cadáveres de jóvenes supuestamente pertenecientes a estas
bandas, hecho adjudicado a las autoridades estatales).
La mayoría de las opiniones marca claramente una tendencia
a la venganza. Es una apología a la violencia para terminar
con la violencia. Los pandilleros –adjetivados por los
cibernautas como basuras, perros, ratas, lacras, cobardes,
cucarachas, plagas y bastardos– deben morir, así como
matan. Ojo por ojo y diente por diente. La Policía Nacional
Civil y la Fuerza Armada deben convertirse en héroes y usar la
fuerza contra ellos, aniquilarlos. Y si para ello es necesario
que reciban el apoyo de la población a través de grupos de
exterminio, adelante.
De hecho, su sufrimiento genera placer. En la noticia sobre
los seis pandilleros encontrados muertos, hay una
predominancia de “regocijo” entre los lectores: 189 de 496
comentarios a ese post en el Facebook de los periódicos
digitales El Blog y La Página dejan ver la alegría de los
usuarios ante el hecho de sangre. Es decir, celebran la
muerte, pero porque los fallecidos son “mareros”. La
siguiente ilustración publicada por un usuario en el muro de
La Página en la discusión de dicha noticia resulta ilustrativa:
Esa alegría es normalmente acompañada de frases como “se
lo merecen”. 82 de los usuarios que participaron con los
comentarios analizados en esa noticia se expresaban de esa
forma, palabras más, palabras menos. Ellos consideran la
muerte del pandillero como un castigo justo, “el fruto de lo
que sembraron”. Así lo resume el siguiente post de un
ciudadano en esa misma página
6
:
Sabemos que son humanos... que no nos debemos alegrar
por lo sucedido a ellos... Pero estos jóvenes pareciera que
están empecinados en seguir haciendo él mal... Por tanto,
si eso buscan eso encontraran porque solo están
cosechando lo que ellos han sembrado, sería muy bueno
que los mayores si queremos a nuestros jóvenes los
orientemos por él bien, si no queremos que terminen de la
misma manera...A las autoridades FELICITACIONES...
22II
Imagen 1
Celebración del asesinado de pandilleros
Fuente: imagen tomada del comentario de un usuario en el Facebook de La Página.
6
Los nombres de las cuentas de Facebook han sido borrados por seguridad de los
usuarios, por lo que se mantiene el anonimato en todos los casos. Además, los
textos han sido copiados íntegramente, incluyendo errores de ortografía o
redacción, para mostrarlos tal cual fueron publicados.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN NÚMERO 9
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Este usuario inicia con “no debemos alegrarnos” y termina
con “felicitaciones”. Y en efecto, esa noticia también desató
muchas palmadas en la espalda de parte de los ciudadanos
hacia las autoridades, alentándolas a continuar por esa vía.
“Felicidades señores y k pulso sigan asi el pueblo se los
agradecerá”, decía alguien en el Facebook de El Blog, por
ejemplo. Este discurso coincide con lo que señalaban
Marroquín y Vázquez (2014) en relación al discurso sobre las
pandillas en las notas de prensa: los medios alientan el uso
de la fuerza militar como solución para terminar con la figura
del enemigo representada en las maras.
También Martel (2007) había adelantado que los medios
construyen un discurso sobre estos grupos en el que se
insiste en ver a las pandillas como el cáncer a eliminar. En
efecto, La Página ha tomado la decisión editorial de usar el
verbo “eliminar” cuando el muerto es pandillero, en lugar de
“asesinar” o “matar”.
Y la gente lo que quiere es justamente eso: que eliminen a los
mareros. Muchos consideran esa como la única solución. Y
aunque alientan a las autoridades uniformadas a hacerlo, no
desestiman la posibilidad de que el pueblo se organice y
haga justicia por sus propias manos. Emergen, por ejemplo,
apoyos a grupos de exterminio como La Sombra Negra
–colectivo clandestino famoso en los noventa por asesinar
delincuentes–.
Esta gráfica de un usuario en La Página lo ejemplifica:
Esa sed de ver al marero pagar “ojo por ojo y diente por
diente” se manifiesta más en los comentarios escritos en los
post de la noticia de los militares asesinados por presuntos
pandilleros. La idea más repetida en los 800 comentarios
vinculados con este hecho es la que tiene que ver con hacer
desaparecer a los mareos para así “limpiar el país”. Acá una
muestra, tomada de los Facebook de La Prensa Gráfica y El
Diario de Hoy:
Yo diria que sin querer le den veneno a los lideres en los
centros penales o un corto circuito como honduras.
Maten a los pandilleros y sus familias para limpiar el país.
Y hasta cuando se permitirá estas mierdas.... De estos
asesinos... Ahorquemolos en la vía pública...
Es común encontrar peticiones en ese sentido. Se pide que
los envenenen, que los quemen vivos, que antes los torturen
o que por cada militar muerto se asesinen tres pandilleros,
entre otras ideas. De nuevo, esto es coincidente con el
discurso periodístico revelado por los estudios citados: “El
periodismo reprodujo el discurso oficialista que construyó a
las pandillas como el gran enemigo de la seguridad pública
en El Salvador... Lo que se está jugando en estas narrativas es
el imaginario del miedo que se alimenta de los medios,
mientras los medios se alimentan del miedo” (Marroquín y
Vásquez, 2014). Con el narcotráfico, la violencia doméstica y
otros tipos de violencia minimizados en la prensa, el odio se
vuelca sobre un único villano: las pandillas. Y los lectores así
lo ven también.
La nostalgia por los militares duros: ¡que vuelva el estricto
dictador!
Todo tiempo pasado fue mejor, reza un dicho popular. Y
muchos de los usuarios de Facebook que comentan ambas
noticias estudiadas en los cuatro periódicos digitales apelan a
esas palabras, por considerar que en la firmeza de las
acciones de anteriores presidentes del país –sobre todo
militares– está la solución. Ese pensamiento, sin embargo,
implica varias ideas también expresadas en los post: uno, que
los derechos humanos son un obstáculo que hace más mal
que bien; dos, que los actuales cuerpos de seguridad no
están haciendo bien su trabajo; y tres, que los políticos
también están reprobados, sobre todo el presidente.
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Imagen 2
Apoyo al asesinato de mareros
Fuente: imagen tomada del comentario de un usuario en el Facebook de La Página.
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Empecemos por la nostalgia del dictador. Este tiene nombre
y apellido: Maximiliano Hernández Martínez. Su nombre
aparece en varios de los comentarios analizados como una
especie de modelo que hay que retomar para acabar con “la
plaga” de las pandillas. Se trata de quien fuera presidente de
la República entre 1931 y 1944, y cuya forma de gobierno se
caracterizó por un sistema de informantes que propició un
avanzado sistema de inteligencia que le permitía al Estado
tener el control del terreno y aplicar con fiereza la ley para
minimizar la delincuencia. Sin embargo, también es
reconocido porque durante su mandato ocurrió la masacre de
1932, en la que se quitó la vida a más de 20 mil personas,
sobre todo indígenas (Ching, Lara y Lindo, 2010).
Algunos usuarios piden no ir tan atrás y se conforman con los
cuerpos de seguridad vigentes hasta antes de la firma de los
acuerdos de paz, en 1992, como la Guardia Nacional. Sus
miembros eran famosos por estrictos, pero también
reconocidos por violar los derechos humanos de los
ciudadanos. De hecho, parte de los acuerdos que pusieron fin
al conflicto interno consistió en desintegrar ese tipo de
unidades de control para dar paso a un cuerpo policial de
carácter civil. Pero los derechos humanos son más bien un
estorbo para muchos usuarios de Facebook salvadoreños en
los muros de noticias. Estos ejemplos lo dejan claro:
Si es posible renunciemos a esas leyes mierdas de los
derechos humanos..., matemos a cada marero y a su
familia.
Dereechos humanos son los culpables que esté el pais
como está xq no dejan que las actoridades agan su
trabajo.ademas no permiten que los padres castiguen a
los hijos porque si lo hacen al padre lo meten preso,esos
DH deve el pueblo quitarlos inmediatamente.......
Q se eliminen los derechos humanos hay q ser justos
como no son ellos los afectados. El q le guste la
delincuencia y q le valga madre la vida de los demás q
desaparezca q paguen la pena de muerte.
La repulsión hacia los derechos humanos y la añoranza por los
tiempos pasados se explica desde el desencanto que muchos
muestran hacia las autoridades de seguridad actuales. Tanto
la Policía como los militares figuran como protagonistas de
comentarios negativos. Se les achaca su falta de coraje, la
cual los lleva a ser blancos fáciles para los pandilleros. “El
problema es que La PNC y la fuerza armada hoy parece ser
un colegio de monjas, no saben de armas”, describe, por
ejemplo, un usuario en el muro de La Prensa Gráfica. Al
militar se le exige mano dura. Coincidentemente, en el
discurso periodístico se pinta a los soldados como capaces
para solucionar el problema (Marroquín y Vázquez, 2014).
Pero si son débiles, no lo lograrán.
Tampoco lo hará el Gobierno si no se compromete con el
tema. El presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén,
del izquierdista FMLN, y su equipo de funcionarios cercanos
son duramente criticados por los pocos resultados en materia
de seguridad. Eso lleva a algunos lectores a exigir un golpe
de Estado o a que se hagan protestas masivas en contra de
los gobernantes. En esta parte también el partido en la
oposición, ARENA, recibe críticas, pues se le achaca no haber
hecho nada para prevenir la violencia durante los 20 años que
estuvo en el poder (1989-2009). Jueces “incompetentes” y
leyes “que no sirven para nada” también figuran en las
narrativas estudiadas, aunque en menor medida. Muchos
respaldan, por ejemplo, la pena de muerte como una
solución inmediata, tema que algunos políticos han retomado
e introducido ya a la discusión pública.
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Marero el que no apoye
Entre el aluvión de requerimientos de mayor dureza contras
las pandillas, aparecen, casi escondidas entre todas las
participaciones, opiniones de usuarios que disienten de la
violencia como método para combatir la inseguridad. Son
muy pocas: en la noticia sobre los pandilleros asesinados,
solo 11 de los 496 comentarios cuestionaban el proceder de
las autoridades, pues consideraban que este tipo de acciones
solo perpetúa la violencia. Pero estos “facebuqueros” son
atacados. Los demás usuarios los acusan de ser mareros o
familiares o parejas de alguno de ellos. Un comentario que
invitaba a reflexionar sobre el sufrimiento de las madres de
los pandilleros muertos provocó reacciones como:
Cuando te mate un marero o te maten a un familiar pedile
a tu amigo imaginario que cuide el alma del marero que
mató a tu pariente.
¡Este yo creo es pandillero! Hay que darle jake! (matarlo).
Es decir, la opinión divergente en las redes sociales genera
antipatía. El que no se alegra por la muerte de los mareros es
marero. O por lo menos es su defensor, y como tal, hay que
eliminarlo también. La lógica es que ese “enemigo” no tiene
familia, madre que lo llore; y si la tiene, no importa. Como
descubrió Martel en el discurso periodístico sobre las
pandillas, las noticias en los medios tienden a homogenizar a
las pandillas: “La impersonalización de las maras las vuelve
anónimas y su esencia humana se esconde para convertirse
en colectivo salvaje y atemorizante” (Martel, 2007, p. 100). Los
lectores, la mayoría de veces, tampoco valoran por qué un
joven entró a una pandilla o el drama social que hay detrás.
Lo que importa es que ese hombre o mujer es parte de ese
colectivo. Y ese colectivo es malo. Ergo: el marero también, y
sus madres, y sus esposas, y sus amigos.
Incluso hay reproches para los medios de comunicación. En el
caso concreto de los jóvenes captados tras supuestamente
asesinar a los militares, surgen críticas a los periódicos por
llamarlos así, “supuestos” homicidas. Los medios lo hacen,
pues deben cumplir con la presunción de inocencia; pero la
comunidad virtual ya juzgó: ellos son los asesinos. Si los
medios dudan de eso, apoyan a los bandidos, y también se
vuelven enemigos.
¡Dios te salve, patria sagrada!
Aunque cuantitativamente no son muchos post con alusiones
religiosas (64 en total), sí generan muchas respuestas
aprobatorias de la comunidad (en forma de “likes”). Estos
comentarios revelan que la solución al problema consiste en
que los pandilleros se pongan en manos de Dios. Este
usuario posteó esto en El Blog:
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Imagen 3
La religión para los pandilleros
Fuente: imagen tomada del comentario de un usuario en el Facebook de El Blog.
Algunas veces, el mensaje espiritual va dirigido no
exclusivamente a las bandas delincuenciales y sus miembros,
sino al resto de la población. “En lugar de buscar culpables
mejor busquen a Dios”, escribió alguien en el muro de La
Página, por citar una opinión. Se exige, pues, que la
ciudadanía haga su parte. Y rezar es una forma de hacerlo,
según estos usuarios.
El regaño es la constante en estos mensajes. En este sentido,
aparecen acá reproches también a los padres y las familias de
los pandilleros por permitir que sus hijos “tomaran el camino
del mal”. Mientras que, por el otro lado, existen otros
comentarios que prefieren no culpar a nadie y se limitan a
expresar sus sentimientos de impotencia ante la situación
(solo 42 comentarios del total estudiado se quedan en este
nivel de mostrar tristeza; y estos casi no suelen generar
discusión entre los demás miembros de la comunidad).
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El discurso dominante
A partir de estos hallazgos, es posible elaborar el siguiente
esquema:
Finalmente, como contrapropuesta pacífica a esas medidas
de choque, la solución que emerge de los mismos
ciudadanos en Facebook es Dios. Los pandilleros deben
buscar refugio en él para salir del ciclo violencia; pero ojo, la
población debe también ponerse en sus manos para salir
adelante. Medios de comunicación y padres de familia
también son “regañados” constantemente e invitados a
colaborar para resolver el problema, siempre usando la mano
dura contra los jóvenes, ya sea en casa al educarlos o en las
páginas de noticias al nombrarlos.
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Policías y militares
deben matarlos
ahora hasta
erradicarlos
Población civil
debe matarlos
también (grupos
de exterminio)
Leyes más severas
(sobre todo pena
de muerte)
Volver a dictaturas
militares sin
importar derechos
humanos
Dios ilumine el
camino de los
pandilleros. Los
padres deben
guiar mejor a sus
hijos
Discurso dominante: Hay que matarlos (violencia justificada) Otras soluciones
Regocijo cuando mueren
Quien no apoye estas ideas y sensaciones
es marero y hay que eliminarlo también
Fuente: elaboración propia.
PANDILLEROS
Como se desprende de este gráfico, resalta la sed de
venganza contra las pandillas y el regocijo cuando sus
miembros sufren, pues se lo merecen. Se trata de una
narrativa contradictoria en sí misma: los lectores critican la
violencia, pero están dispuestos a aprobarla si es usada
contra quienes consideran culpables de que ese ambiente
reine en el país.
De igual forma, se clama con mucha regularidad el uso de la
fuerza por parte del Gobierno y de los cuerpos de seguridad,
llámese Policía o Fuerza Armada. Una de las posibles
soluciones más recurrente es apelar al espíritu estricto de
anteriores dictadores militares en el poder y sus respectivos
brazos armados, reconocidos por sus constantes violaciones a
los derechos humanos. Pero eso no importa: los derechos
humanos son, de hecho, un problema también para muchos
usuarios, un obstáculo para “acabar” –violentamente– con el
problema. Y por norma, el ciudadano que no piensa así,
aquel que defiende los derechos de los pandilleros o se
compadece por estos jóvenes o sus familiares, es acusado de
ser uno de ellos o su pariente. Por lo tanto, merece el repudio
e, incluso, el mismo trato.
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Conclusiones antes de cerrar sesión
Las nuevas tecnologías, y particularmente las redes sociales
como el Facebook, han posibilitado la expresión a muchos
ciudadanos sobre los temas que más les preocupan
(Ricaurte, 2013). El problema de las pandillas, envueltas en
una guerra contra las autoridades locales, es uno de los
tópicos en el que la voz de las personas con acceso a internet
se alza más en El Salvador, sobre todo en los muros virtuales
de los periódicos.
Estos comentarios priorizan la necesidad de eliminar por la
fuerza a los pandilleros, principalmente a través de la “ley del
talión”, es decir, si matan, asesinarlos a ellos también, pues se
lo merecen. Se trata de una violencia selectiva: la violencia es
mala, pero es válida usarla en ciertos casos, como para
eliminar al que consideramos el principal causante de
propagarla. El problema de esta visión es que se convierte en
un círculo vicioso: pronto los violentos serán los que antes
pedían paz; y luego el rencor vendrá del otro lado, y así.
Emerge también un fuerte reclamo al Gobierno en turno y a
los políticos en general. Lo mismo ocurre con los cuerpos de
seguridad, a los que se les exige mano dura contra las maras,
sin importar que eso signifique violar los derechos humanos o
volver a los tiempos de dictadura militar; o sin recordar que
medidas como esas en la década pasada no hicieron más que
agravar el problema (Tager y Aguilar, 2013). En esta vorágine
de apología a la violencia, el que no piense así es porque es
pandillero y merece igual castigo, como también el padre
alcahuete de estos jóvenes y aquellos medios de
comunicación que los tratan con tibieza. Entre la venganza,
eso sí, aparecen algunos espacios para invocar a la religión
como una de las soluciones del problema. Busquen a Dios es
la recomendación.
Salvo esas excepciones espirituales, del discurso se infiere
una actitud de la ciudadanía a resolver el problema de la
violencia con más violencia, sin pensar en derivaciones de esa
actitud. Las maras se simplifican en un enemigo al que hay
que eliminar por la fuerza antes de que nos elimine a
nosotros. Para lograr ese objetivo, hay que contar con
autoridades que no tengan el corazón blando y, si es
necesario, autodefenderse como población a través de
grupos de exterminio.
Este discurso es coincidente con el periodístico estudiado
por autores como Martel (2007), Marroquín (2007) y Marroquín
y Vásquez (2014). Los principales medios de comunicación
han construido una narrativa alrededor de las pandillas tal
cual el discurso oficial así lo ha querido: como el enemigo
único que hay que temer y vencer.
En ese juego, la aprobación del uso de la fuerza para destruir
al villano es necesaria y, por lo tanto, usada como arma para
atraer el voto.
Como se ha podido comprobar en este trabajo, los lectores
también tienden a simplificar el problema de las pandillas
como un “cáncer” que se ha de extirpar –usando la misma
metáfora que ocupan los medios, según Martel (2007)–.
Como en la prensa, los ciudadanos no ven personas
individuales ni causas heterogéneas en la creación de las
maras. Solo contemplan un colectivo sin matices, un grupo de
jóvenes que hace daño y que hay que eliminar de tajo. Es un
monstruo al que hay que tumbar, sin pensar en si los métodos
para hacerlo son apegados a derecho o si su aparatosa caída
podría traer daños colaterales.
Esta manera de encarar el problema en las redes sociales
tiene varias implicaciones. Una de ellas es la necesidad de
revisar el discurso simplista y muchas veces oficialista que los
grandes medios están comunicando en sus páginas sobre las
pandillas, pues, como generadores de opinión, sus letras
están permeando en la percepción pública. Continuar
estudiando y revelando estos datos es indispensable para
entender todas las aristas de este problema social.
La constante nostalgia por gobiernos militares sin
preocuparse por los derechos humanos también deja
entrever la añoranza por un momento histórico que, con el
tiempo y el cansancio de los reprimidos, explotó en una
guerra civil. Esto significa que algunos ciudadanos aún
responden a viejos paradigmas dictatoriales y siguen viendo
en cuerpos de seguridad y líderes de mano dura la solución a
problemas actuales, lo que deja la sensación de haber
aprendido poco de lecciones pasadas.
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Además, resulta preocupante la forma en que se crucifica
públicamente en las redes sociales a aquel que piensa
diferente y que cree que la violencia no es la solución. Esto
denota un patrón intolerante, en el que ni siquiera para
conseguir la paz social se aprueban soluciones no sangrientas.
Por último, y como lo comenta Ricaurte (2013), las opiniones
vertidas en redes sociales pueden llegar a tener injerencia en
políticas públicas y por eso es importante seguirlas
monitoreando. Ya se ha visto en El Salvador, por ejemplo, que
diputados y alcaldes se pronuncien a favor de medidas como
la pena de muerte o el surgimiento de grupos de exterminio,
las mismas que los internautas expresan en sus valoraciones.
Entonces, las soluciones violentas planteadas por muchos
ciudadanos pueden terminar por hacer eco en los políticos,
quienes, procurando obtener raja electoral, pueden
apadrinarlas sin importar si son o no las necesarias para el
país. Así se podrían aprobar leyes populistas que no hagan
más que complejizar el problema, en lugar de pensar en
estrategias sostenidas sobre la base de un análisis más
amplio y profundo.
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https://www.facebook.com/elsalvadorcom/posts/90553716281
6191:0. Última visita: 23 de junio de 2015.
https://www.facebook.com/lpg.laprensagrafica/posts/9563011
07745431. Última visita: 23 de junio de 2015.
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